De acuerdo con los datos que acaban de publicarse, en abril se perdieron 185.800 empleos registrados, de los cuales 128.300 corresponden a asalariados del sector privado que por ley supuestamente no puede despedir durante la cuarentena.

Si miramos en cambio lo que sucedió con los aportes a la seguridad social, que son un porcentaje fijo del salario y los deflactamos por los salarios registrados (según Ministerio de Trabajo), la caída es mucho mas espectacular, pero la flexibilización de la cuarentena sugiere cierta recuperación. En efecto durante abril se recaudaron 17,4% menos de aportes que en marzo, pero la caída se morigeró en mayo al 7,8% (siempre respecto a marzo) y al 2,8% en junio. Este comportamiento indica que la caída en aportes habría reflejado el financiamiento de las empresas usando los impuestos como amortiguador, pero que la reapertura parcial de la economía, sobre todo en las industrias, habría sido acompañada por la paulatina regularización de los aportes.

Así y todo, ese 2,8% de junio sugiere 335.100 empleos menos, que serían la real consecuencia de la cuarentena hasta el momento.

Un capítulo aparte es el mercado laboral informal, que en nuestro país da cuenta del 35% del empleo y sobre el que no solo no tenemos datos actuales, sino que nunca sabremos oficialmente lo que está ocurriendo porque la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC no hizo su trabajo de campo del segundo trimestre y el correspondiente al próximo período trimestral arranca trunco por la misma razón.

La única fuente de datos disponibles es la de la Encuesta EDSA COVID19, que llevó adelante en el AMBA la gente del Observatorio Social de la UCA, entre el 7 y el 12 de mayo a una muestra de 500 hogares que ya habían sido entrevistados con anterioridad.

Según la UCA un 8,2% de los trabajadores perdieron su empleo, pero casi un 40% esta suspendido y no está claro que pueda volver a su puesto ni bajo que condiciones. Claro que ese es un promedio; en los hogares con cobertura de seguridad social solo el 3,2% de los asalariados perdieron el trabajo, en sintonía con el numero que surgen de los registros oficiales, pero dentro de los hogares que no tienen acceso a la seguridad social y que por lo tanto están en negro, esos guarismos trepan al 19,4% y al 56,1% respectivamente.

Si aplicamos esos porcentajes a los 5.399.000 asalariados que según el INDEC están en negro, tenemos una caída adicional de 1.047.000 empleos informales y otros tres millones que están transitoriamente suspendidos

Comparados con el mundo

En el sector de empleo formal, el patrón es cualitativamente similar al observado en el resto del mundo, particularmente en los Estados Unidos donde esta semana el Bureau of Labor Statistics informó una recuperación de 4,9 millones de empleos en junio, que se suman a la recuperación de 3,8 millones de posiciones en mayo, luego de haber perdido 25 millones de puestos entre marzo y abril

Las diferencias son en magnitud, entre un sistema absolutamente flexible y uno en el que se prohíben los despidos por decreto. En Argentina las bajas se producen por la muerte de las empresas y comercios en los que se desempeñaban los trabajadores que pierden su puesto, mas que por la reestructuración de los modelos de negocios, que aquí se posterga hasta la salida de la cuarentena.

Es particularmente interesante en este sentido lo que ocurre cuando se descompone el agregado del mercado de trabajo de los Estados Unidos por el tipo de empleo, según sea de sectores que pudieron adaptarse a trabajar desde el hogar y en sectores que no pueden hacerlo, como los bares, hoteles y restaurantes.

Las industrias que requieren trabajo presencial fueron lógicamente las mas afectadas por el lockdown, pero también fueron las que mas rebotaron cuando se empezó a abrir la economía en la “nueva normalidad”. Las que tecnológicamente pueden adaptarse no sufren el shock de oferta, pero quedan con un daño permanente, al menos hasta que se recupere la demanda. Es importante corroborar con los datos de Estados Unidos que la demanda no es sola mente una cuestión de ingresos, porque incluso cuando el Estado los ha suplido con un paquete fiscal de 2,5 billones de dólares (12% del PBI), no ha podido evitar la contracción en el gasto por la incertidumbre.

Este gráfico puede ser profético para la Argentina. El gobierno puede haber evitado con sus prohibiciones a los despidos la diferencia entre la curva amarilla y la azul, que son las personas que se habrían quedado en la calle por la cuarentena. Sin embargo, no puede esquivar el componente estructural de la crisis que tiene que ver con que luego del meteorito (shock de oferta) seremos todos un poco mas pobres, lo que implicará una menor demanda, además de la natural tendencia a la precaución en contextos de alta incertidumbre.

Por último, tampoco sabemos como será el rebote en la economía informal y cuanto del 19,4% de caída observada se recupera en la nueva normalidad, si es que ese numero no acaba inflado por los tres millones de trabajadores informales que según la UCA están hoy suspendidos.