No por repetida la frase deja de ser cierta. no hay que dejar que nos corran con el ‘ah, pero macri’, pero también hay que mirar para adelante, con propuestas explícitas y concretas.

No por repetida la frase deja de ser cierta. El índice de confianza del consumidor que elabora la Universidad Torcuato Di Tella está en 37 puntos sobre 100; un nivel incluso inferior a los 40 puntos de junio de 2009 y a los 41 de agosto de 2019, muy lejos de los 47 puntos de octubre de 2007 y ni hablar de los 57 de octubre de 2011. En criollo: si fuera por la economía, la elección de este año sería para el oficialismo más parecida a las de 2009 y 2019 que a las de 2007 y 2011.

Es cierto que no siempre define la economía. En 2015, por ejemplo, el índice de confianza también arrojaba 57 puntos y Cristina perdió la elección por errar en la política (el efecto Aníbal), aun cuando sigue siendo cierto que al oficialismo le fue mucho mejor en esa contienda que en las mencionadas elecciones, cuando la economía no acompañaba.

Por lo dicho, uno de los principales ejes de campaña tiene que ser la economía. El gobierno podrá escudarse en la pandemia y es cierto que todos los países del mundo cayeron, pero mientras que el PBI mundial perdió 3 % en 2020, nuestra actividad se derrumbó más del triple (10 %) y acabamos en el triste podio del 10 % de los países con mayores pérdidas económicas, pero también humanas. Ni la economía, ni la salud.

En lo peor de la cuarentena, cuando realmente había muy pocos contagios y lamentábamos pocos fallecidos, se perdieron el 40 % de los empleos informales de la Argentina, afectando obviamente a los que menos tienen y particularmente a las mujeres. Encima las escuelas cerradas hicieron que un millón de pibes de los sectores más vulnerables hayan perdido el último ascensor de movilidad social que tenían para salir de la pobreza.

Sin testeos primero y sin vacunas después, Argentina terminó haciendo una cuarentena mucho más larga de la que podía pagar. Para los que le bajan el precio a la magnitud de los cierres, aún hoy el transporte público de pasajeros en CABA opera al 60 % de su nivel prepandémico en colectivos, 25 % en subtes y 85 % en autos. Ni hablar de los aviones.

Sin moneda y sin crédito, la extensión de los cierres se financió emitiendo 2,7 billones de pesos desde que asumió Alberto, consolidando la inflación en torno al 50 % y triplicando el precio del dólar. Como dice Jorge Lanata, no fue la pandemia, fue la cuarentena. Y encima ahora nos enteramos de que mientras a vos te encerraban y no te dejaban ver a tus viejos, ellos no sólo se vacunaban primero, sino que en Olivos había fiesta todos los días.

AH, PERO MACRI

Tenemos una ventaja: sabemos de dónde vendrá y qué forma tendrá la réplica. Es verdad que, como el propio Mauricio reconoció, “en economía no estuvimos a la altura” y que el programa gradualista de consolidación fiscal se quedo sin nafta a mitad de la carrera. Sé que a muchos les molesta que lo diga, pero sí, el gradualismo fracasó: no supimos explicarle a la gente una cosa tan obvia como que cada uno se tenía que pagar lo que consumía y que el Estado sólo iba a asistir a los que no pudieran y pidieran ayuda. Prolongamos la agonía en cuotas, multiplicamos los costos políticos y nos quedamos sin financiamiento para seguir sosteniendo la promo de las tarifas subsidiadas.

Pero también es cierto que si Cristina hubiera entregado el gobierno como lo recibió –con superávit fiscal y externo, con tarifas razonables, con dólar alto, competitivo y estable, con reservas y con abastecimiento energético– no hubiera sido necesario ningún ajuste, ni hubiéramos tenido que tomar un solo dólar de financiamiento. La deuda no nace de un repollo, es hija directa del déficit. O, puesto de otra manera: sin déficit no hay deuda. Cristina entregó un modelo agotado, nos sirvió en bandeja un rodrigazo y nosotros no supimos cortar el cable adecuado de esa bomba que acabó estallando en 2018.

Esta explicación sirve sólo para nosotros. Para la gente es Guatemala contra Guatepeor. Lo explico en detalle porque, como habrán podido ver en mis primeros días de campaña, no me voy a dejar correr con el Ah, pero Macri. Los freno en seco, dejando bien claro que Cristina entregó una momia podrida. Pero inmediatamente después de eso hay que salir hacia delante, con propuestas explícitas y concretas. No hay lugar para apostar a la esperanza ni para prometer nada; hay que explicar con lujo de detalles cómo vamos a bajar la inflación y transformar el asistencialismo en producción; cómo vamos a reconectar el vínculo entre el esfuerzo y el resultado, premiando a los que quieren trabajar, estudiar, invertir, ahorrar o producir en Argentina. Los errores hay que capitalizarlos y contarle a la gente que aprendimos y que tenemos propuestas para resolver los problemas en los que hasta ahora todos fracasaron, como por ejemplo la inflación.