Uno de los resultados más robustos en ciencia política tiene que ver con la ubicación de los políticos en el espacio ideológico (derecha izquierda, por ejemplo) o de definición de plataformas políticas.

Anthony Downs en su famoso «Teoría económica de la democracia» , generalizó para el caso de las elecciones un resultado que Hotelling había encontrado en el año 1929 para explicar la ubicación espacial de las empresas.

Sucintamente; si dos partidos políticos tienen que decidir como ubicarse en un espacio unidimensional (izquierda-derecha), sin saber a priori donde se ubicará el otro (que plataforma definirá) se trata de un juego estratégico cuyo equilibrio de Nash es el conocido teorema del votante mediano, que nos dice que ambos partidos definirán su plataforma ubicándose lo más cerca posible del centro de los votantes, puesto que si alguno de ellos se ubica muy a la izquierda, por ejemplo, el otro puede simplemente ubicarse tan solo en la centro izquierda y ya será votado mayoritariamente por todos los que estén a su derecha (centro, centro derecha y derecha) ganando la elección. Lo mismo sucedería si un partido que define primero su posición se ubica muy a la derecha; pues simplemente el otro partido puede ganar la elección definiéndose como de centro derecha (es decir estando solo un poquito más a la izquierda)

Ahora bien, lo interesante del caso argentino es que ya hay un partido (el oficialismo) ubicado en el imaginario popular bastante a la izquierda.

Por el lado de la oposición, hay seis grupos de poder con aspiraciones de disputar la hegemonía K; el radicalismo (Alfonsín o Sanz) , el peronismo federal (Duhalde o Rodriguez Saa) , el socialismo (Biner) , la coalición cívica (Carrio), el pro (Macri) y proyecto sur (Pino Solanas). A estos grupos hay que sumar la segura postulación de algún candidato de la izquierda dura, tipo Altamira, que no consideraremos en el análisis por cuanto con seguridad se ubicará a la izquierda del candidato del oficialismo.

El equilibrio de Nash del modelo de Hotelling para 6 candidatos sostiene cada uno debería ubicarse equidistantemente en el espacio a disputar.

Para poner un ejemplo simple; si en una escala de 1 a 100, donde 1 es la extrema izquierda y 100 representa la extrema derecha, el oficialismo ocupa el lugar 25, pues quedan 75 posiciones a la derecha de esa ubicación para que se distribuyan los seis candidatos opositores.

Siguiendo con el ejemplo, llámemelos de de momento, candidatos A, B, C, D, E y F.

El candidato A se ubicará en el puesto 31,5 de la escala; el B lo hará en el 43, el C habitará en torno al 55,5; el D hará campamento en el 68; el E se afincará en derredor del 80,5 y el F se quedará en el 93.

Abierta no obstante la posibilidad de alianzas, se presentan dos decisiones estratégicas simultaneas por parte de los partidos; en primer lugar deben decidir si les conviene hacer alianzas y en segundo lugar elegir con quien hacerlas.

Otro resultado importante de la teoría de los juegos mete aquí la cola. El dilema del prisionero desarrollado inicialmente por Merrill Flood y Melvin Dresher.

El planteo del juego supone dos participantes que deben elegir si cooperar o no. El resultado paradójico del juego, que constituye un equilibrio de Nash, es que aunque las partes ganarían más si cooperaran, ambas terminan traicionando la confianza del otro, por el enorme riesgo que implica cooperar y recibir a cambio la traición del socio. Quienes todavía no estén convencidos del resultado pueden simplemente recordar la elección del 2007 en la que Macri acordó con Lopez Murphy su apoyo a la presidencia a cambio del respaldo del bulldog a su jefatura de gobierno en la Ciudad de Buenos Aires; Macri le terminó soltando la mano a Lopez Murphy y este perdió estrepitosamente.

Entonces, toda vez que la elección de capital se separe de la nacional, las chances de acuerdos tipo Solanas a la ciudad y Alfonsín a la nación, son muy bajas porque el equilibrio de Nash implica la no cooperación

No obstante es difícil pensar que la elección termine con 6 candidatos opositores, porque al menos los actores principales, que son el radicalismo y el peronismo federal tienen la obligación de jugar sí o sí y de hacerlo a ganar acumulando el máximo poder posible de modo de acercarse a una segunda vuelta.

En un segundo escalón están Macri y Carrió. El Jefe de Gobierno de la Ciudad es parte de un proyecto que recién arranca y con perspectivas y expectativas de ir consolidándose en el largo plazo. Bajo ningún contexto puede abandonar la ciudad para ir a una elección nacional donde salga tercero. Sus perspectivas son limitadas; o arregla con el peronismo federal su candidatura a presidente, o se baja de la elección. Carrió, por su parte tampoco puede resistir una presentación en solitario; de modo que o arregla un frente con Biner y Solanas, o también se baja.

Solanas y Biner son figuras que no tiene nada que perder. Pueden presentarse solos sin mayor desgaste, puesto que cualquier resultado es ganancia en términos de figuración nacional. De todos modos, aún en caso de hacerlo no tendrán ni aparato ni muchas chances de influir significativamente en la elección.

En el mejor de los casos todo parece indicar que habrá dos grandes agrupamientos o alianzas políticas que le disputarán la elección al Kirchnerismo . Lo que no termina de definirse es la conformación de esas alianzas, aunque se sabe que los dos principales actores son el peronismo federal y el radicalismo, que tienen que definir sus políticas de alianzas.

El problema es exactamente igual al que inicialmente planteara Hotelling y generalizara luego Downs, porque la naturaleza de las alianzas definirá el posicionamiento de cada uno de los bloques opositores en el imaginario popular.

Así; si el peronismo federal acuerda con Macri, por ejemplo, pues la gente tenderá a ubicar su plataforma más hacia la derecha en el espacio político, del mismo modo que si el radicalismo acuerda con Pino solanas, pues la gente verá esa alianza como mucho más cercana a la ubicación que le asigna al oficialismo (esto es; más tirando a la izquierda).

Obviamente, lo mejor que puede hacer cada uno de los grandes partidos opositores es definir último su posicionamiento.

Por ejemplo; si el radicalismo acuerda primero con Pino, pues el peronismo federal prácticamente ganaría la mayoría del voto opositor al gobierno ubicandose apenas a la derecha de esa posición ; esto es: prácticamente en el centro del espectro. Para ello debería prescindir de acordar con macri, y esforzarse por sumar candidatos de centro, mas del estilo de un Cobos. En ese escenario se baja Macri

Si por el contrario el peronismo federal acuerda primero con Macri, pues el radicalismo puede ahora (y prácticamente le garantizaría ganar el segundo lugar) formar un frente con un candidato no tan identificado en la izquierda como Pino, sino más de centro derecha, como Carrio, o incluso definir la postulación de un candidato más conservador, como el caso de Sanz, en la interna de agosto.

Obiamente, como cada uno de los partidos conoce esta realidad es que las alianzas tardan en definirse y es probable que no lo hagan sino hasta último momento.

Ocupado por el oficialismo el espacio de la izquierda y descartada la posibilidad de que la oposición elija una posición más radical, que quedará reservada a la izquierda tradicional (lease PO PTS, etc.); la enorme masa de votantes opositores hoy están en el centro izquierda, centro, centro derecha y derecha.

En ese contexto el equilibrio de nash del juego de elección de alianzas, implicará que ambos partidos opositores buscarán definir estratégicamente una política de alianzas que los dejen identificados de cara al electorado, exactamente en una posición intermedia, entre la que detenta el gobierno y el extremo derecho del arco ideológico. Algo así como el resultado del teorema del votante mediano, dentro de los votantes opositores.

Esto quiere decir que terminarán conformando espacios políticos que resultarán prácticamente indistinguibles de cara a la ciudadanía en lo que hace a la identificación ideológica (izquierda – derecha).

Sobre esa base, queda prácticametne descartado, tanto un acuerdo de los radicales con Pino Solanas, como de los Peronistas Federales con Macri, puesto que ello los ubicaría mas en un extermo del espectro y ofrecería un flanco fácil para que el otro partido adopte una posición más moderada y termine garantizándose el acceso al ballotage.