En 1986, en plena discusión de la comisión bicameral de deuda del Congreso, el entonces diputado nacional mendocino Raúl Baglini, cansado de las propuestas delirantes de algunos legisladores de la oposición, enunció un teorema que se haría famoso. Dijo: “Cuanto más lejos se está del poder, más irresponsables son los enunciados políticos; cuanto más cerca, más sensatos y razonables se vuelven”.

Por supuesto, esta máxima se aplica a todos los dirigentes sin distinción de partidos y por eso muchas propuestas demagógicas de campaña son tomadas como tales y nadie espera que los candidatos las cumplan al pie de la letra.

En caso del presidente recientemente electo, las ideas de “prender la economía”, “poner plata en el bolsillo de la gente”, “mantener un dólar competitivo para poder exportar”, “pesificar las tarifas”, “mejorar los salarios” o “aumentar 20 por ciento las jubilaciones” son en algunos casos mutuamente excluyentes y en otros directamente irracionales. Por ejemplo, no se puede mejorar los salarios reales y al mismo tiempo pedir un dólar alto y competitivo, porque si el dólar está caro, la capacidad adquisitiva de los sueldos será mas baja. Del mismo modo, no es posible pesificar las tarifas y en simultaneo soñar con un boom de inversión en Vaca Muerta; hay que elegir una de las dos cosas.

Más preocupantes aún son las declaraciones que tienen que ver con seguir inflando el gasto público, sobre todo en un contexto de finanzas deficitarias. Por caso, aumentar 20 por ciento las jubilaciones, que representan el 50 por ciento de las erogaciones presupuestarias del Tesoro, implicaría subir un 10 por ciento el gasto público: una locura. Es muy probable que solo se trate de esas propuestas que uno hace cuando todavía está lejos del poder. Después de todo Macri también había dicho que iba a eliminar el impuesto a las ganancias de los trabajadores y una vez en la oficina entró en razón y priorizó la recaudación.

Pero si Alberto cumpliera su promesa, no habría manera de parar la inflación. Hay alguna fantasía de ciertos colegas que piensan que después de todo, gracias al cepo, no hay riesgos de emitir, porque esos pesos sobrantes no pueden irse al dólar, pero, aunque no puedan hacerlo directamente, buscarán salida por los mecanismos paralelos, legales e ilegales, como el dólar bolsa, o el blue. Otra gente buscará dolarizarse mediante la compra de sustituto, como el ladrillo, autos, electrodomésticos, viajes y otros bienes a precio dólar. Lo primero le pondrá presión a la brecha cambiaria, mientras que una parte de lo segundo se comerá el superávit comercial, empujando al dólar oficial y/o disparando una batería de controles al comercio, como los que ya hemos visto fracasar con anterioridad.

PAGAR, O NO PAGAR LA DEUDA

Entre sus declaraciones de campaña Fernández explícitamente dijo que quería pagar pero que para ello fuera posible, Argentina necesitaba crecer, una versión actualizada del “no voy a pagar con el hambre del pueblo” de Alfonsín.

Luego de ganar las elecciones y a días de asumir, se juntó con el Fondo Monetario para transmitirles que no pensaba pedir el desembolso del resto del programa acordado el año pasado, en un gesto inequívoco de que buscará una renegociación de los pagos al organismo, con menos condicionamientos en materia de política económica de los que habría tenido si hubiera optado por pedir más dinero.

Pero claro, sin los 11.500 millones de dólares frescos del FMI quedan solo los 12.000 millones de reservas disponibles que dejará Macri, más el superávit de cuenta corriente que eventualmente pueda producirse el año próximo, para hacer frente a todos los dólares que haya que pagar a los que no entren en los canjes que les propondrá a los bonistas privados.

Pensemos que hay vencimientos privados, más pagos de intereses, por casi 45.000 millones de dólares el año próximo y prácticamente la mitad de ellos son en moneda dura.

De allí que el éxito del reperfilamiento que buscará el gobierno con privados definirá la suerte de la economía el año próximo; cuanto más haya que pagar, dado que no habrá dólares del Fondo, ni de privados, mas alto será el dólar que necesitará la economía, salvo que entre en moratoria unilateral de pagos.

La alternativa es que busquen inversiones en áreas energéticas y mineras que aporten los dólares que la economía necesita sin necesidad de una mayor devaluación o que se recupere rápidamente el crecimiento y con él la recaudación, sin tener que recurrir a un mayor ajuste sobre los privados.

Pensemos que el dinero es fungible y que, por la restricción presupuestaria de la economía, a la larga, cualquier pago de capital y/o intereses que no se financie con superávit fiscal primario, o con dólares provenientes de inversiones externas, será inexorablemente pagado con menos consumo o menos inversión privados.

Por supuesto no sabemos lo que hará Fernández a partir del 10 de diciembre, pero es muy probable que una vez más, Raúl Baglini tenga razón.

Nota publicada en ELDIA.com el 01/12/2019