El economista Eugene Fama se hizo famoso a partir de demostrar en su tesis doctoral del año 1965, en la Universidad de Chicago, que los precios de las acciones seguían un camino completamente aleatorio e impredecible.
En el mundo de las finanzas se conoce a esa tesis como el principio de “mercados eficientes”, porque en cada momento incorporan a los precios toda la información existente de suerte tal que cualquiera que tenga una información nueva sobre un evento que impactará en la rentabilidad de una empresa simplemente actúa en el mercado y ocasiona que los precios ajusten automáticamente para reflejar la nueva información. Dicho en castellano, nadie puede saber si mañana la bolsa subirá o bajará.
Esta es la razón principal por la que siempre le digo a mis alumnos de la facultad, amigos y personas que me consultan que no tengo la menor idea de si conviene comprar dólares o euros, por ejemplo, y que desconfíen de cualquiera que recomiende lo uno o lo otro.
La gente común, que no conoce el modo en que funcionan los mercados financieros ni tiene estudios en economía, sin embargo, comúnmente cree que puede predecir la tendencia del dólar, el euro, la bosa, o el precio del petróleo.
Paradójicamente, muchas veces terminan teniendo razón.
Si en vez de invertir en la bolsa usted fuera al casino, es bien sabido por la ley de los grandes números que si la ruleta es azarosa, a la larga la cantidad de veces que sale negro y colorado se tiene que emparejar. El problema es que “a la larga” puede significar miles de bolas jugadas y para cuando la ruleta se equilibra usted ya perdió el auto y la casa. En el corto plazo, cada bola que se arroja tiene exactamente las mismas posibilidades de salir negro que colorado y esto quiere decir que por más que usted haya observado que salió el colorado 15 veces seguidas, en el próximo tiro las chances de que vuelva a salir colorado o cambie y salga negro son exactamente iguales que antes del primer tiro; esto es: del cincuenta por ciento. No obstante la gente sistemáticamente cree que luego de una racha de colorados es más probable que venga un negro.
Ahora pensemos qué sucede cuando el apostador no cree en el azar, y en vez de ir a la ruleta va a la bolsa.
Mucha gente cree que si la bolsa en efecto se comportara aleatoriamente, debería alternar permanentemente entre días que baja y días que sube, y que si se asiste a la presencia de rachas de varios días con subas o varios días de bajas eso no corresponde a un comportamiento aleatorio.
Sumemos ahora ese error de razonamiento muy común al hecho, comprobado científicamente por la economía del comportamiento, de que la gente tiende a buscar regularidades permanentemente (aunque muchas veces lo haga de manera inconsciente), salta a conclusiones con facilidad y prejuzga a partir de muy poca información y tendremos manadas de inversores convencidos de que una semana de cotizaciones al alza implican necesariamente que se está viviendo una racha positiva, que el mercado está “hot” y que por lo tanto hay que invertir porque el alza continuará.
Si muchos inversores razonan del mismo modo habrá en verdad un exceso de demanda de acciones en la bolsa y las mismas tenderán a subir reforzando la convicción de nuestros inversores en que efectivamente estaban en lo cierto cuando infirieron que el mercado estaba con tendencia alcista.
Tanto en economía como en psicología se conoce a esta situación como la “profecía auto cumplida” porque es la propia creencia de los inversores en que se está asistiendo a una racha alcista la que produce la próxima suba de precios, y como la suba confirma las expectativas previas esta “supuesta capacidad” para inferir se refuerza y se obtiene entonces lo que técnicamente se denomina una “burbuja” especulativa.
Por supuesto que el razonamiento corre análogamente para los períodos de baja y entonces una burbuja puede hacerse añicos simplemente a partir de un proceso aleatorio de movimiento bursátil, donde una semana completa de bajas puede hacer creer al inversor que se está asistiendo a un ciclo bajista y que por lo tanto conviene vender ya. Luego el comportamiento en manada de inversores que venden, hace bajar nuevamente los precios y tenemos otra vez la profecía auto cumplida con, datos que refuerzan las hipótesis previas de los sujetos.
La Academia Sueca acaba de otorgar el Premio Nobel 2011 a Thomas Sargent y a Christopher Sims por haber demostrado que las expectativas de las personas influyen en la trayectoria de las principales variables económicas. Salvo que el Banco Central Europeo haya tomado nota y compre masivamente los títulos de Grecia (y la FED en Estados Unidos haga lo propio) no es improbable que asistamos a una terrible burbuja bajista que, por profecía auto cumplida hunda completamente a la economía real.