Fuente: EL ECONOMISTA

Con clara reminiscencia fascista, el Gobierno planteó el debate como una gesta patriótica ante una afrenta que pondría en riesgo la propia soberanía, en una especie de intento de colonización y conquista semejante, cualitativamente, al desembarco de los ingleses en las Malvinas.

Para ponerlo en tono de metáfora futbolística, a partir del discurso de la Presidenta daría la sensación de que la Argentina aguantó todo el partido ganando por virtud de la calidad de su juego, pero que en el último minuto le cobran un injusto penal que lo deja al borde de la descalificación. Si se corre el velo de la propaganda nacionalista, no sería inapropiado ilustrar los acontecimientos con una metáfora alternativa: parece que nuestros jugadores estuvieron pegando patadas a diestra y siniestra durante 89 minutos, violando una y otra vez las reglas de juego, hasta que sobre el final, carente de paciencia, el árbitro decidió dejarnos con 10 hombres.

Se trata, después de todo, de una sentencia que estaba dentro del terreno de lo posible y que debió haber sido prevista, incluso en el propio Presupuesto que el Ejecutivo envía todos los años al Congreso. Pero no fue así. La épica del desendeudamiento requería comparar peras con manzanas para que la matemática arrojara la ilusión contable de que el país tenía una solvencia que, a la luz de las propias confesiones del Ministro, no era tal.

Como en el cine, los pases mágicos en la política están a la orden del día, pero al fin de cuentas cualquier estudiante con un curso introductorio de economía en sus espaldas comprende que para desendeudarse se necesita tener superávit fiscal. No existe posibilidad de mejorar la posición patrimonial sin resultados positivos y el Gobierno de Cristina Kirchner solo logró eso en su primer año de mandato, cayendo en sistemáticos y crecientes déficits desde el 2009 en adelante.

Queda en evidencia hoy algo que aprendimos en Contabilidad I: pagar deuda con reservas sólo implica cambiar de deudor y la no contabilización de la deuda impaga no implica su eliminación.

Es increíble que la propia Oficina Nacional de Crédito Público comparara en una misma publicación (Informe de deuda pública al 30-06-13), la deuda pre-canje 2005 con la pos-canje, sin contar los papeles de los que no aceptaron la quita propuesta, es decir, los famosos hold outs. Tampoco se explica lógicamente por qué los sucesivos Presupuestos no incluyeron una previsión ante la eventualidad de que un día llegara la sentencia obligándonos a pagar. Además, si la deuda defaulteada no se consideraba deuda, por qué no darle el crédito del desendeudamiento a Rodriguez Saá y reconocer que cuando asumió este gobierno, en 2003, solo había entonces US$ 100.000 millones de deuda. Peras con peras y manzanas con manzanas.

¿Y ahora qué? Panorama 2014- 2015

Lo que la épica Nac & Fasc busca eclipsar, y que es lo que en realidad es lo que le interesa a la gente, es cómo cambiará el escenario económico en lo que resta del deprimido 2014 y que sucederá en 2015 en materia de dólar, inflación y empleo, a  la luz del nuevo escenario.

El propio Jefe de Gabinete dijo claramente en enero pasado que al Gobierno le parecía bien un dólar de $8 y a la luz de la pulseada ganada por el BCRA en la primera semana de febrero, ese parecía ser el valor de equilibrio del balance de pagos (dados los controles a las importaciones, a las remesas de utilidades y a la cuenta capital).

Inflación mediante, los $8 de febrero son $10,40 a fines del corriente año, pero como el comercio industrial argentino es mayoritariamente con Brasil y los vecinos también tienen inflación, todo parecía indicar que el tipo de cambio de equilibrio estaba más cerca de $9,90 para fin de año.

Sin perjuicio de los riesgos del atraso, el Gobierno venía retomando la idea de usar el dólar como ancla inflacionaria y las micro devaluaciones del último mes no acompañaban completamente el alza nominal de los precios internos, por lo que las proyecciones para fin de año, previo a la sentencia de la Corte norteamericana, hacían pensar en un dólar oficial en torno a los $8,60 y una brecha creciente con el paralelo. Lo dijimos en una columna anterior: el precio del dólar blue es el valor de una apuesta a la insostenibilidad de la política cambiaria, por lo que a medida que se acumula atraso se dispara la distancia con el oficial, de modo que el escenario pre-buitre ponía el blue en torno de los $12,50 – $13,00 para fines de diciembre.

La clave de las posibilidades de éxito del Gobierno estaba, sin embargo, en destrabar el acceso al crédito externo en la segunda mitad del año, porque en caso de tener que recurrir a la emisión para financiar el déficit fiscal, que los analistas ubican en el rango de $160.000 a $200.000 millones, sería imposible evitar un rebrote inflacionario. De hecho, según el relevamiento de inflacionverdadera.com, la desaceleración de la inflación en supermercados llegó a su máximo el 25 de mayo pasado (con los precios subiendo a una velocidad del 24,09% anual), retomando velocidad en la última semana (a 27,13% anual).

Es obvio que en cualquier escenario pos-buitre habrá menor financiamiento externo en el segundo semestre, la emisión deberá cubrir el agujero y los precios se acelerarán. Por eso la pregunta central que el ministro de Economía tiene que contestar es de dónde va a sacar el dinero para financiar el déficit del segundo semestre. Es más: se presenta una oportunidad histórica para que la oposición condicione el apoyo a las medidas del Gobierno en Nueva York a la presentación de un nuevo presupuesto real y creíble para el corriente año y para el 2015.

También es evidente que el nuevo escenario aumenta el requerimiento de dólares, por lo que el tipo de cambio de equilibrio debe ser a la fuerza más alto, para generar el mayor excedente de cuenta corriente necesario. En este escenario es difícil, sino imposible, pensar en un dólar oficial por debajo de los $10 para fin de año, con un paralelo rondando los $15, salvo que el BCRA lo contenga subiendo las tasas, con el consiguiente impacto en consumo, inversión y empleo.

Todo puede ser peor, claro, si entramos en default. Se evaporarían las chances de conseguir financiamiento externo. Caerían las reservas y subiría drásticamente la emisión para financiar el déficit. En ese contexto la inflación superaría el 40%, el paralelo difícilmente cierre el año por debajo de los $18, se cortaría el crédito y caería aún más el nivel de actividad.

Esto es lo que realmente le interesa a la gente y lo que el Gobierno tendrá que explicar cuando en algunas semanas baje la espuma del Mundial.