Martín Tetaz, economista, divulgador, apasionado del estudio de los nuevos desarrollos de la teoría económica y de los cambios tecnológicos, políticos, económicos y sociales que la pandemia de coronavirus contribuyó a acelerar en todo el mundo, es también un prolífico autor. Acaba de publicar “Nada será igual (un viaje a la economía del futuro)”, donde abreva en la obra del historiador y analista israelí Yuval Noah Harari e intenta dilucidar qué formas adoptará el cambio en las sociedades, incluida la argentina.

A continuación, el diálogo que mantuvo con Infobae a raíz de su libro, editado por Planeta.

– En una rápida lectura a la introducción y el índice del libro, se nota la influencia de Harari.

– Sí. Hay dos grandes ejes en los que se apoya el análisis. El primero es el avance de la inteligencia artificial (IA). Y el segundo la uberización de la economía, la economía de plataformas y aplicaciones.

– ¿Cómo operan esos ejes?

– La inteligencia artificial crea valor de forma muy distinta de la economía tradicional. Antes para crear valor necesitabas trabajo; ahora la IA permite crear valor sin trabajo. Un Bot de IA puede pintar cuadros, crear música o escribir artículos para un periódico, sin requerir trabajo humano. Claro que hay un diseño previo, un trabajo original. Pero después la IA aprende sola. Es más que la automatización que temía Jeremy Rifkin (ensayista norteamericano, autor del libro El fin del trabajo). Ahora no sólo se hace más eficientemente una tarea, sino que se crea valor sin necesidad de trabajo. Esto crea una economía de costo marginal cero, sin costo adicional por cada nueva unidad. Toyota para fabricar vehículos necesita trabajo y capital, pero para Apple aumentar el uso de una App tiene costo marginal cero.

– ¿Y la uberización?

– Uber es apenas un ejemplo de lo que va a pasar no solo en el transporte sino en bancos, comercios, medios, en todos los lugares donde hay intermediarios. La uberización conecta más fácil las puntas. Ya existían servicios de remises, pero ahora se puede saber dónde hay alguien que quiere lo que uno ofrece o quién ofrece lo que uno quiere. Eso va contra los enormes edificios donde trabajaban muchísimas personas en una actividad de intermediación. En segundo lugar, Uber permite utilizar el sistema de precios mucho mejor que antes. Las Apps permiten discriminar los precios mucho más que antes. Por ejemplo, cobrar más caro un viaje una noche de lluvia a un lugar no tan seguro. Eso genera críticas, pero a la vez permite que mucha más gente que antes pueda viajar. Y eso ocurre en todos los ramos, así que vamos a una economía de IA, uberización y costo marginal cero.

– Hay límites sociales a eso. En el mismo libro menciona cómo los Moyano resistieron la iniciativa del BCRA de habilitar a los bancos el reemplazo de los resúmenes en papel de las tarjetas de crédito por versiones electrónicas.

– Sí, claro. Gremios, bancos, estados, consejos profesionales, buscarán retener la posibilidad de intermediar, aunque las Apps hacen mejor el trabajo. Hay un montón de resistencias y la sociedad no evoluciona parejamente, lo que augura una desigualdad brutal, pornográfica, que ni siquiera imaginamos. Pero las disrupciones no van a pedir permiso ni esperar que el gobierno, los gremios y los consejos profesionales las autoricen. Las trabas harán que los cambios operen a distinta velocidad en distintos lugares. En algunos sectores los gobiernos, gremios o asociaciones podrán todavía dar permisos y licencias y crear rentas. La sociedad estará mucho más solapada. Vamos a una sociedad con muchas más capas. Incluso dentro de la clase media habrá un sector dinámico, con uso de tecnología y mayor productividad, y otra de resistencia que va a sobrevivir, pero será cada vez más marginal. La última vez que fui a mi odontólogo me hizo un scan de la boca y con una máquina 3D me hizo una corona perfecta. No es que los odontólogos que no trabajen así desaparecerán Seguirán atendiendo a parte de la población, con técnicas de hace 10 años. La sociedad que se viene es como una autopista de muchos carriles, de distintas velocidades.

– ¿Qué perspectiva de cambios ves en la Argentina, que parece mirar más para atrás que para adelante?

– Los sectores con gremios más poderosos frenarán más el cambio. Probablemente va a haber autos autonómos mucho antes que camiones autónomos. En Chile ya hay cabinas de camiones digitalizadas, y no sé cuánto tiempo pasará hasta que aquí el gremio de Moyano las acepte. Habrá una sociedad con múltiples capas y una parte de la sociedad con menores ingresos. Cuando haya autos autónomos, habrá menos choferes y taxistas, pero seguirá habiéndolos; por regulaciones, porque las ciudades limitarán los vehículos autónomos y porque mucha gente preferirá seguirse moviendo en autos manejados por personas y no por robots. Otro ejemplo es la medicina: en diagnóstico por imágenes hoy una máquina diagnostica mejor que un humano. Pero si una máquina le diagnostica cáncer, es natural que una persona prefiera luego consultar a un doctor de carne y hueso. La hipótesis no es que habrá sectores que se van terminar, sino que habrá sociedades solapadas, que incluirán en un mismo ramo personas y empresas hiperdinámicas y otras más lentas, menos dispuestas al cambio.

– Un problema grave de la Argentina es el sistema previsional, debido a la escasez de empleo formal, que aporte y lo sostenga. En un futuro como el que describe, ¿cómo se financiaría a quienes se jubilan?

– El esquema de creación de valor va a quedar desdibujado. La idea de trabajadores “activos” que financian a jubilados o “pasivos” quedará vieja. La idea de la tercera edad, de jubilados no productivos está cada vez más en discusión. Hay que tener presente que si hay algo que las máquinas y la IA van haciendo menos importante son los atributos y las capacidades físicas, más propias de las personas jóvenes, y si hay algo que no pueden reemplazar es la intuición y la experiencia, que maduran como los buenos vinos. El nuevo escenario revaloriza la capacidad mental. En cuanto a los sistemas previsionales o de ayuda social, si la IA crea valor, es probable que se pueda financiar un ingreso básico universal que fije el piso de toda la sociedad. La discusión tiene que ver con cómo la IA crea valor sin trabajo y cómo puede financiar a la gente que en algún momento no está trabajando, del mismo modo que hoy en Alaska la renta petrolera genera un piso anual a cada habitante, que no es suficiente pero es un piso. Vamos a esquemas donde la IA generará tanta riqueza que permitirá que la gente trabaje menos. La discusión es cómo se redistribuirán el trabajo y la riqueza.

– Justamente, otro de los cambios que señala es el de las relaciones del trabajo.

– El viejo modelo de relación de dependencia cruje. Buena parte de lo que planteo en el libro ya está pasando. El empleo en relación de dependencia le sirve solo a las grandes empresas, a las pequeñas cada vez menos y en el caso de las personas, depende de sus aptitudes. A mi odontólogo no le conviene trabajar en relación de dependencia de nadie. Creo que una parte de la sociedad será más independiente, habrá contratos por hora. Pero a las grandes empresas, ésas que tienen costo marginal muy bajo o cero, pueden hacer lo que hacen cada vez a menor costo y tienden a ser oligopólicas -gigantes tecnológicos como Google o Microsoft- les conviene tener el personal en relación de dependencia. A Microsoft no le conviene andar contratando programadores a cada rato para pelear con Intel o Apple. Te doy un ejemplo: en 2020 Amazon contrató 500.000 nuevos empleos, el doble de los trabajos formales que la Argentina es capaz de generar en un año.

– Amazon fue una de las empresas que más prosperó en la pandemia.

– La pandemia fue un experimento natural que aceleró la transformación. El trabajo remoto se aceleró dramáticamente. Mercado Libre hoy tiene un esquema híbrido. Los cambios se aceleran. El avance de la AI es exponencial. Para dentro de 15 ó 20 años, cuando se llegue a la “singularidad” (cuando la IA supere a la humana) el cambio será brutal.

– Si hay cambios en una sociedad, también habrá diferencias entre naciones.

-La noción de los estados tradicionales también está en discusión. Los países van a tener que discutir impuestos, leyes, formas de regulación globales. En el G20, por ejemplo, ya se discute impuesto global mínimo a las sociedades (iniciativa presentada por Janet Yellen, secretaria del Tesoro de EEUU, para evitar que países como Irlanda atraigan inversiones con “competencia fiscal”). El poder soberano de los estados para emitir moneda y cobrar impuestos se está diluyendo. La única posibilidad de que no se termine de diluir es que haya una especie de supranacionalidad que regule de alguna forma a las grandes empresas, como Google y Facebook, que hoy son los grandes reguladores, El Estado-nación quedará cada vez más retrasado, a menos que se recurra a las regulaciones globales.

– En ese escenario de IA, uberización y cambio acelerado, ¿cómo ve a la Argentina actual?

– El libro trata de ir más allá de la coyuntura y mirar los próximos 20 años en el mundo. Dicho esto, lo cierto es que en la Argentina estamos en una coyuntura muy complicada. La pandemia desnudó el estado del Estado, así como el Brexit mostró la diferencia entre un gobierno, el del Reino Unido, que gestionó muy bien la vacunación y la Comisión Europea que la gestionó muy mal.

-En ese ejemplo, ¿la Argentina está más cerca del Reino Unido o de la UE?

– En la Argentina, el mejor ejemplo es el fracaso del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE, el principal programa de ayuda social del gobierno durante la larga cuarentena 2020). La pensaron para 3 millones de personas y se colaron más de 5 millones. No hay ejemplo de plan social en el mundo en que se produzca tal nivel de filtración, casi dos tercios del programa que habían pensado originalmente. El estado fracasó no ya en proveer educación de calidad o en la carrera espacial, sino en poner un cajero automático y regalar dinero. Tardó dos meses en implementarlo y salió tan caro que no lo podía pagar, porque nos metió en una cuarentena larga e impagable. ¿Viste cuando uno va a un restaurante, mira la carta y ve precios que no puede pagar? Bueno, en la pandemia, la Argentina eligió un menú que no podía pagar: 9 meses de cuarentena, escuelas cerradas un año. Con esas decisiones se consumió todo el capital política y no lo tiene ahora para hacer una cuarentena razonable.

– ¿Qué política era razonable en pandemia, cuál lo sería ahora?

– Al respecto, creo que la mejor frase 2020 fue la de Jerome Powell, el titular de la Reserva Federal (Banco Central) de EEUU, cuando dijo: “La mejor política económica es el barbijo”. Fue una frase, a eso le tenés que sumar la distancia social, el testeo y –ahora– las vacunas. El del Estado argentino fue un fracaso total de gestión. Hoy ni sabe cuántos abandonaron definitivamente la escuela y cuánto saben o no los alumnos. No lo sabe, como no sabe tantas cosas. Ahora cerró las escuelas porque no puede controlar la construcción y el trabajo doméstico, que son sectores de alta informalidad. No lo puede hacer. Entonces cierra las escuelas. En un año y medio de gestión el gobierno no mostró un solo modelo epidemiológicos de gestión de la pandemia, qué esperaba de las medidas que iba tomando. Estuvimos y seguimos estando a ciegas.

– ¿Qué seria hoy tomar decisiones en base a datos, a información?

-Doy un par de contra-ejemplos. Ayer en radio entrevistamos a Jorge Sola (secretario general del Sindicato del Seguro y secretario de Prensa de la CGT) sobre la reunión que tuvieron con el presidente en Olivos. Le pregunté si habían discutido de inflación y salarios. Me dijo que sí y me habló de los “formadores de precios”. Pero cuando le pregunté si habían hablado de la política monetaria, me dijo que no. En una inflación como la que tiene la Argentina no se puede no usar la política monetaria. Acá se habla de frenar la inflación sin saber qué piensa el presidente del Banco Central de la cantidad de dinero y las tasas de interés. Otro caso, clarísimo, es el presupuesto 2021: no incluye el gasto Covid. El gobierno encaró el año excluyendo expresamente el Covid de sus previsiones. No estaba preparado. Su plan es cruzar los dedos. Por eso desbordaron las terapias. No es una opinión mía: el propio Gobierno no incluyó al Covid en la ley de leyes.

nota publicada en INFOBAE.com