En los últimos tiempos hemos asistido a un debate intenso en torno a la política económica del gobierno y su relación con el campo.
El propósito de esta nota es el de aportar algunas precisiones respecto a los impactos económicos de las últimas medias y discutir algunas alternativas de política.
En primer lugar debe comprenderse que las retenciones son impuestos a las exportaciones de bienes y servicios. En particular, las retenciones a la soja gravan las ventas al exterior de esos granos y sus derivados.
En consiguiente las primeras preguntas que surgen son, porqué existen los impuestos, qué fines persiguen y que efectos ocasionan?
De manera muy resumida; la función principal de los impuestos es recaudar dinero para financiar el cumplimiento por parte del estado de las funciones que la Constitución le encomienda, a saber; Defensa, Seguridad, Justicia, Educación, Salud, Infraestructura, Asistencia Social, etcétera. En ese mismo sentido se inscribe el rol redistributivo de los impuestos.
Adicionalmente, los impuestos (o los subsidios) pueden ser usados para corregir comportamientos no deseados (o promover comportamientos deseados) de las personas, sean estas jurídicas o físicas. Por esta razón existen impuestos al consumo de alcohol o subsidios a la actividad cultural que venden las empresas.
También algunos impuestos son utilizados para modificar los precios de los bienes en la economía.
Por desgracia, los impuestos no son neutrales sino que en mayor o menor medida modifican las decisiones de los consumidores y productores, ocasionando pérdidas de eficiencia en el sistema económico (salvo en los casos en que los impuestos corrigen comportamientos nocivos), lo cual implica un empobrecimiento del país. Sumado al efecto anterior, los impuestos no se recaudan solos, sino que es necesario gastar recursos para juntarlos, ya sea en papeleo y personal administrativo como así también en tiempo y molestias de los contribuyentes.
Además, como resultado de la reacción de las personas a los impuestos éstos no terminan necesariamente recayendo en el sujeto de derecho de la obligación. Así, es muy probable que un empresario al que se le pretende cobrar un impuesto por la producción de un bien, simplemente traslade el impuesto a los consumidores aumentando el precio del producto, o que si no puede hacerlo (porque la gente deja de comprar el bien, o el precio está regulado) intente trasladarlo a los trabajadores (pagándoles menos salarios), a los dueños de la tierra (pagando menos alquileres) o a los dueños del capital (pagando menos intereses).
Si no puede trasladar el impuesto, pues lo más probable que el productor disminuya el nivel de producción en la actividad gravada y se dedique a otra actividad que tributa menos impuestos.
En el caso particular de los impuestos a las exportaciones de granos (las retenciones), el primer efecto económico que producen es que quien vende los granos al exterior simplemente obtiene un precio (neto de impuestos) menor por ellos, por lo que si quiere venderlos en el mercado doméstico (en vez de exportarlos) deberá aceptar precios menores también.
Le quedan al productor dos recursos para eludir (que no es lo mismo que evadir) el impuesto.
El primero de ellos es disminuir su nivel de producción del grano en cuestión y dedicarse a otra actividad (asumiendo una pérdida), y el segundo es trasladar el impuesto a los eslabones anteriores de la cadena productiva.
En la medida de lo posible pagará menores salarios (si los trabajadores no pueden encontrar mejores empleos en otro sector), pagará menores intereses (si los dueños del capital no tienen inversiones alternativas) y pagará menores precios por el arrendamiento de la tierra (si los terratenientes no pueden usarla para otra cosa).
El sector ampliamente más perjudicado será el de los dueños de la tierra, que deberá aceptar sin dudas alquileres mucho menores.
Los ahorristas domésticos medianos y pequeños, que invierten en los pools de siembra, probablemente también se perjudiquen (aunque en menor medida) dado que no existen muchos instrumentos financieros alternativos para preservar de la inflación el valor de los ahorros y obtener alguna rentabilidad.
Los asalariados sin preparación para otras tareas y los que tengan dificultad para mudarse a centros urbanos más desarrollados también sufrirán parte de los costos del impuesto.
Finalmente el productor deberá aceptar menores márgenes, toda vez que el traslado a los anteriores factores de producción no sea perfecto, lo cual puede ocurrir si los dueños de los campos (que son el factor más inflexible) los destinan a actividades pecuarias, a otros fines alternativos, o peor aún, en los casos de los campos marginales de baja productividad, que con el esquema de retenciones no resultan rentables y salen de la producción.
Si esto último ocurre, la medida tendrá también costos de eficiencia. Puesto en otros términos; la economía argentina producirá un conjunto de bienes de menor valor en los mercados internacionales.
La magnitud de cada uno de esos efectos depende crucialmente de cuál de los factores de producción presente la oferta más inflexible. Aquel con menor capacidad para aprovechar su factor en usos alternativos será el más perjudicado. Mas rigurosamente, la relación entre el perjuicio de cada sector será inversamente proporcional a la flexibilidad relativa de cada uno de ellos.
Los cambios en la producción implicarán que en primer lugar el país será más pobre y en segundo lugar contará con una cantidad menor de divisas, lo cual debilita la estabilidad del ciclo económico actual, al aumentar la exposición de la Argentina a una crisis de balance de pagos. Es menester mencionar sin embargo que el aumento de los recursos del estado genera un efecto compensador por cuanto disminuye el riesgo de reversión del ciclo por crisis fiscal
No se trata de todos modos, de un problema menor.
La historia del fracaso del desarrollo argentino puede resumirse en la famosa idea del Stop and Go; esto es: un ciclo de crecimiento económico dispara las importaciones porque la gente desea bienes que el país no produce. A menos que las exportaciones crezcan también, tarde o temprano se asiste a un problema de escases de divisas que genera una recesión, y así sucesivamente.
Quizás una alternativa sería que el gobierno destine los excedentes a financiar una reconversión productiva dirigida a aumentar la producción de bienes y servicios de alta elasticidad ingreso; estos es: aquellos cuya demanda crece fuertemente cuando mejora la posición económica de la gente.
En síntesis; el impuesto afecta a buena parte de la cadena productiva, aunque en mayor medida al propietario de la tierra. Por su efecto distorsivo empobrece al país como un todo y pone en riesgo la estabilidad del balance de pagos.
Como el valor de la tierra está determinado por el valor de su productividad marginal, un impuesto a las exportaciones que produzca una caída del valor de la tierra mayor al 35% es por cierto confiscatorio de acuerdo a la Constitución Nacional.
La medida no discrimina entre grandes y pequeños propietarios de tierra, empobreciendo a todos por igual, pero con mayor perjuicio relativo para los dueños más pequeños.
Un impuesto a la tierra con alícuotas progresivas, probablemente habría sido una solución mucho más equitativa. Por el lado de la eficiencia no existirían sin embargo mayores diferencias dado que los costos administrativos de recaudación serían mayores. La escases de divisas, por su parte, sería menor, contribuyendo a la estabilidad del ciclo.
Por el lado fiscal, habría que aceptar menores ingresos, porque la alícuota equivalente (la que recaudaría la misma cantidad de dinero que las retenciones) sería obviamente confiscatoria, circunstancia que difícilmente sea pasada por alto por los jueces, dado que el sujeto jurídico de la obligación y el de hecho serían la misma persona (los Jueces parecen tener problemas para distinguir una cosa de la otra).
Paradójicamente, existe una posibilidad de que las retenciones terminen enriqueciendo al país. Esto sucedería si la medida es copiada por otros países productores de granos, en cuyo caso la caída en la producción mundial haría subir los precios internacionales (más que lo que cae la cantidad demandada, dada la inflexibilidad de la demanda mundial) enriqueciendo a nuestro país.