Imaginemos que en las proximas elecciones, votamos al partido Verde y cuatro años después vemos cómo evolucionaron las principales variables socioeconómicas. Luego nos tomamos la máquina del tiempo, viajamos al pasado y esta vez cambiamos el voto y depositamos nuestra confianza en el partido Azul. Al cabo de otros cuatro años resultaría muy fácil comparar y ver cuál de los dos produjo los mejores resultados.
Lamentablemente, a diferencia de lo que ocurre con las ciencias exactas, no podemos hacer ese experimento y resulta entonces mucho más difícil identificar las verdaderas causas de nuestros bienes y nuestros males.
Para complicar aún más las cosas, vivimos en un mundo incierto donde los resultados son en parte consecuencia de nuestras elecciones, pero también el producto de factores fortuitos, que golpean de manera aleatoria a la realidad.
En ese sentido el famoso refrán que reza “cosecharás tu siembra” es literalmente incorrecto, puesto que como sabe cualquier productor agropecuario, aunque en promedio los resultados están alineados al esfuerzo y a la calidad de las decisiones tomadas, en una campaña particular el mal clima puede arruinarlo todo, del mismo modo que condiciones climáticas extraordinariamente favorables pueden potenciar los rindes.
Me gusta aquí pensar el tema, apoyado en la metáfora del director técnico que tiene que tomar decisiones, que a su turno serán juzgadas por los resultados, incluso cuando no hay manera de observar el escenario contrafactual; esto es: ¿qué hubiera ocurrido en otra vida, si el entrenador resolvía de manera diferente?. Más aún; muchas veces los resultados deportivos estarán influidos por la casualidad y por lo tanto es perfectamente probable que el desenvolvimiento de un equipo tome la forma de rachas caprichosas, penalizando en exceso al técnico que tiene la mala suerte de conducir al equipo en las malas y premiando injustamente al “salvador” que lo agarra cuando el rendimiento del plantel vuelve a su nivel medio.
115 años de Bienestar, Ilusiones y Suerte
En el terreno de la economía ocurre una cosa similar, podemos ver como lo ilustra el siguiente gráfico, la evolución del salario real industrial en Argentina desde el 1900 a la fecha, pero resulta mucho más difícil explicar por qué fluctuó tanto y hasta qué punto las mejoras y las caídas en la capacidad adquisitiva del trabajo, fueron la consecuencia de las distintas políticas implementadas.
El salario real en nuestro país cayó fuerte (un 39%) durante la primera guerra mundial, pero se recuperó rápidamente en los tres años que siguieron a su finalización, para continuar con la tendencia alcista hasta 1923, año a partir del cual sigue subiendo, pero ahora en un contexto de apreciación cambiaria, que termina en la crisis del ´30 (que en realidad se desata en 1929). Cuando se deprecia la moneda, desaparece la suba del salario real que había ocurrido a partir de 1925, lo que sugiere que la mejora tenía más que ver con el dólar barato (por ese entonces, oro barato).
Entre 1930 y 1946 hay una mejora del 15% en la capacidad adquisitiva de los trabajadores industriales, acompañada por una concomitante depreciación de la moneda.
En el primer peronismo hay una suba espectacular del salario real, acompañada por un proceso de apreciación monetaria, pero la ilusión se desploma en 1959 cuando el tipo de cambio recupera su pico pre peronismo, para iniciar un nuevo proceso donde el salario real toca su máximo histórico en 1974, “casualmente” en el punto más bajo del tipo de cambio real; esto es: en el momento de máxima apreciación de nuestra moneda.
Es importante mencionar, que en el quinquenio 1946-1951 el país obtuvo los mejores términos de intercambio de todo el siglo pasado, por lo que la apreciación monetaria era sostenible…mientras duró la suerte de los buenos precios, obvio. El viento de cola se acabó en 1952 y el modelo, con sus altos salarios en dólares, se tornó insostenible
El Rodrigazo derrumba el salario real, como ocurre siempre luego de una híper devaluación y hay una primavera en 1980, oootra vez apoyada en el dólar barato, en esta oportunidad por obra y gracia de la famosa tablita de Martinez de Hoz, que colapso como es sabido en febrero de 1981.
La convertibilidad, por su parte, si bien aprecia la moneda, concentra el proceso en el primer año por efecto de la inflación inercial, en un contexto de salarios nominales congelados y por eso la apreciación no produce una mejora del salario real, pero desde la salida de la caja de conversión asistimos a un proceso donde la mejora salarial es la réplica invertida del fenómeno de apreciación artificial de la moneda.
La ilusión de causalidad y la ceguera contra factual
El dólar artificialmente barato genera la ilusión de que los salarios reales pueden mantenerse altos, puesto que si se “levantara el ancla cambiario” se vería la inflación real que el gobierno, que aprecia la moneda, está escondiendo debajo de la alfombra.
El problema es que la fijación de un precio artificial, por debajo del de equilibrio genera caída de las reservas primero, y cuando el Banco Central deja de vender dólares baratos explota en el mercado paralelo generando una brecha con el tipo de cambio oficial.
Por eso para evaluar la sostenibilidad de los aumentos salariales a lo largo de la historia económica argentina, veamos en el siguiente gráfico la evolución del salario real, y de la brecha cambiaria.
La línea azul puede ser interpretada como un “termómetro de insostenibilidad”. Todos los aumentos del salario real que se producen reprimiendo el dólar desaparecen cuando la moneda recupera su verdadero valor de equilibrio, que más allá de fluctuaciones especulativas de corto plazo y mal que le pese a muchos, es el que establecen la oferta y la demanda.
Las cuatro preguntas del millón entonces son: ¿Qué parte de los aumentos salariales se deben a los mejores precios internacionales que aprecian endógenamente nuestra moneda? ¿Qué porción de los incrementos en los ingresos de los trabajadores son atribuibles a mantener artificialmente barato el dólar? Por el otro lado ¿en qué medida las subas se producen por aumentos de la productividad de los trabajadores? y ¿qué cuota de las mejoras corresponde a una mayor competencia que reduce las explotaciones (monopolísticas y monopsonísticas) en los mercados de trabajo?
Descomponer los aumentos es fundamental para poder juzgar una gestión económica particular, porque las respuestas a las dos primeras preguntas apuntan a factores o bien fuera del control del político de turno (precios internacionales) o bien insostenibles (apreciación artificial).
¿Cuál sería entonces el salario real si el tipo de cambio vuelve a su valor de equilibrio, ahora que los términos de intercambio ya no son tan favorables y retornaron a los valores que tenían en el 2010, acompañados por una feroz devaluación de nuestros principales socios comerciales?
¿Tendrán en cuenta ese valor los trabajadores a la hora de votar, o premiarán a Caruso Lombardi, por haber conducido al equipo durante la racha positiva?
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.
Está claro, no hace falta ser un genio para darse cuenta que los salarios en dolares, cuando este tome su valor de equilibrio, caerán abruptamente. Si se toma como parámetro el dolar blue, que no sera del todo real pero indica una tendencia, los salarios tienen otro color.
Es incomprensible , a esta altura de la historia y de los antecedentes que no se pueda entender que si no aumenta la productividad y no damos valor agregado a lo que producimos no habrá nada para repartir. Si seguimos considerando que los problemas viene de afuera y no nos hacemos cargo de nuestra propia incompetencia estamos perdidos y condenados , no ya al éxito, sino a esta continua decadencia.Solo hace falta continuidad, humildad, educación, justicia, ser un país mediocremente normal. Pero con constancia. Castigar la corrupción. Pavada de empresa la nuestra.