Desde que el gobierno, vía AFIP, ajustó el cerco en torno al mercado formal del dólar, la cotización de la divisa en los mercados paralelos (Dólar Blue y Contado con Liqui) se disparó y la brecha con el oficial ya alcanza al 35% mientras escribo este post (para ver porqué se le dice «Blue» hace click aca).

En este contexto, el sábado pasado, en una interesante columna de Página 12 (link acá a la nota), Alfredo Zaiat planteaba que los Argentinos tenemos una tendencia “obsesiva compulsiva” hacia la compra de dólares y según otro artículo de La Nación (Link acá) la “histeria” por el dólar comienza luego de la segunda guerra mundial, bajo gobierno de Perón.

Para El Cronista (ver nota aquí), por su parte, el endurecimiento del cepo cambiario obedece a que el gobierno “entró en pánico”.

Mucha superposición de categorías psicológicas para definir un fenómeno comportamental que no es nuevo ni tan irracional. En 1962 en un brillante monólogo Tato Bores nos ilustraba sobre la pasión Argentina por la especulación cambiaria

Más recientemente Tomás Bulat explicaba en el programa de Fantino que todo se reduce a la simple búsqueda de preservar la reserva de valor de la moneda

Lo cierto es que el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM IV) tiene definiciones bastante precisas de lo que cada uno de estos fenómenos significa (link aquí para ver el manual)

Dice el DSM IV que:

La crisis de angustia (panic attack) se caracteriza por la aparición súbita de síntomas de aprensión, miedo pavoroso o terror, acompañados habitualmente de sensación de muerte inminente. Durante estas crisis también aparecen síntomas como falta de aliento, palpitaciones, opresión o malestar torácico, sensación de atragantamiento o asfixia y miedo a «volverse loco» o perder el control

El trastorno obsesivo-compulsivo se caracteriza por obsesiones (que causan ansiedad y malestar significativos) y/o compulsiones (cuyo propósito es neutralizar dicha ansiedad).

La Histeria en cambio, no figura directamente en el manual ya que es un constructo más propio del psicoanálisis, pero tiene un significado completamente distinto al que se le da en el imaginario popular (para más detalles click aquí).

Nada tiene que ver, por supuesto con la idea de Histéresis, que proviene más bien de la física y refiere a la perdurabilidad del estado de un cuerpo aún después de que han desaparecido los causantes de ese estado.
Sospecho que es por este lado que la histéresis ha devenido en histeria para muchos, incluso el famoso Sociólogo Pierre Bourdieu usaba el término para referirse al desacople entre un conjunto de instituciones durables y los cambios de la historia (click aquí a artículo que refiere a Bourdieu)

En ese sentido podría considerarse que existe un comportamiento de Histéresis si las personas continúan reaccionando ante una situación que ya se ha resuelto, como por ejemplo el hecho de que los agentes persistan en el comportamiento de comprar dólares aún cuando la razón que otrora los movilizaba (la alta inflación y constante devaluación) ya no estuviera presente.

Sin embargo, probablemente la figura psicológica que quizás mejor defina la devoción de los argentinos por el dólar sea algo intermedio entre una Fobia y un Trastorno de ansiedad generalizado.

Según el DSM IV una Fobia es un “miedo persistente e irracional hacia un objeto, situación o actividad específicos (el estímulo fóbico), que da lugar a un deseo incoercible de evitarlo. Esto suele conducir a evitar el
estímulo fóbico o a afrontarlo con terror”, mientras que el Trastorno de ansiedad generalizada “se caracteriza por la presencia de ansiedad y preocupaciones de carácter excesivo y persistente durante al menos 6 meses”

Es importante notar que tanto en el caso de la Ansiedad como el de la Fobia, el individuo normalmente es consciente que sus miedos y preocupaciones resultan exagerados y no se corresponden con la realidad, pero simplemente necesita evitar la fuente generadora de su malestar.

Así podemos pensar que la conducta sistemática de evitación de la moneda doméstica y la corrida hacía el dólar o cualquier otro sustituto constituye la práctica natural bajo esas circunstancias, porque además al aportar tranquilidad al poseedor de la divisa extranjera refuerza el comportamiento evitativo del peso.

A esta altura del post quiero dejar claro que el uso de las categorías del DSM IV es meramente metafórico. Nadie está sosteniendo que realmente los que compran dólares tengan ansiedad generalizada ni fobia, en el sentido clínico de la palabra.

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Por otro lado, la psicología cognitiva nos permite proponer explicaciones perfectamente razonables del comportamiento que hemos venido observando estos días en el mercado de cambios, sin necesidad de echar mano a las patologías.

En efecto, la Economía del Comportamiento ha mostrado que las personas tienen sesgos que las alejan del comportamiento hiper racional del Homo Economicus de los libros de texto de microeconomía y que utilizan reglas heurísticas para desenvolverse en su mundo de manera satisfactoria.

Así, generalizamos vorazmente a partir de cualquier experiencia, poniendo etiquetas que nos permiten categorizar la realidad y encontrarle sentido (sesgo de salto a conclusiones).

Luego, una vez que hubimos construido un modelo mental del funcionamiento de los sistemas en los que actuamos, tendemos a ignorar cualquier información del ambiente que contradiga nuestras hipótesis iniciales (sesgo de confirmación de hipótesis).

Por último, si esos modelos fueron aprehendidos por nuestra experiencia personal, o a partir de un cuento de alguien tan cercano que nos resulta vívido, pues se almacenan en la memoria episódica junto con marcadores somáticos; pistas emocionales que disparan sensaciones corpóreas.

Nos portamos de esa manera imperfecta, prejuzgando impiadosamente, porque no soportamos la incertidumbre. Necesitamos encontrarle sentido al mundo que nos rodea y gracias a esa desesperación por encontrar regularidades y patrones, evolucionamos como seres inteligentes y evitamos ser comidos por otros animales que nos disputaban los recursos escasos un millón de años atrás.

Ahora bien, las grandes crisis que ha atravesado nuestro país en los últimos 60 años fueron ciertamente almacenadas en la memoria episódica de muchas personas, con contenido emocional muy fuerte.

Las memorias de la inflación y la devaluación no están ya en el cerebro sino en los huesos de los argentinos, retumban en la piel y traen a gritos el recuerdo de una conducta que en cada crisis funcionó como un chaleco antibalas.

Así la compra de dólares es vista como una poderosa vacuna que aporta tranquilidad y disminuye drásticamente la incertidumbre.

La Psicología nos enseña que a las fobias y comportamientos de ansiedad no se los combate negándoles su razonabilidad ni forzando a los que las sufren a convivir con sus objetos generadores del miedo, sino desarmando el modelo cognitivo disfuncional y cambiándolo por uno que coincida con la realidad.

También nos enseña que los modelos mentales que se construyen a partir de la experiencia del sujeto (que se almacena en la memoria episódica) siempre dominan a las realidades que se elaboran a partir de un mensaje o noticia, porque estos últimos se almacenan en la memoria semántica, que está desprovista de marcadores somáticos y por ende no impacta en las emociones.

Si queremos parar la fiebre compradora de dólares necesitamos construir una historia de solvencia, estabilidad y credibilidad de nuestra moneda, que reemplace nuestra memoria de las crisis. Necesitamos que por muchos años las crisis no co existan con la inflación y la devaluación de nuestra moneda, para que nuestra cognición deje de vincularlas automáticamente.