La preocupación número uno tanto del Gobierno como de la mayoría de los analistas económicos privados es sin ninguna duda el aumento de los precios de la economía.
Dicha preocupación es absolutamente razonable porque en las economías de mercado los precios cumplen una importantísima función indicando la escaces relativa de los bienes, por lo que si los precios aumentan por una razón distinta al cambio en la abundancia relativa de bienes, los productores y consumidores no pueden tomar decisiones eficientes al confundir dichos cambios.
Adicionalmente el cambio en el promedio de los precios erosiona el valor de la moneda y como el dinero es el «aceite» de los intercambios, termina perjudicandolos y con ello la optima división del trabajo de la economía.
Por si esto fuera poco el incremento en los precios reduce el poder adquisitivo de los sectores con ingresos fijos en la moneda doméstica.
Ahora bien; por qué suben los precios ?
Para responder esto es pertinente analizar los precios de manera desagregada considerando los incrementos en los bienes y en los servicios. Esto resulta conveniente porque cuando se produce una devaluación como la que tuvo lugar en Argentina en enero del 2002, el efecto natural es que los precios de los bienes que potencialmente se pueden comerciar en los mercados internacionales se ajustan para reflejar su valor en dólares. En una economía que funcionara de manera muy eficiente esto no ocasionaría problemas porque los precios de los otros bienes (típicamente servicios) deberían bajar, pero cuando existen rigideces (contractuales o institucionales) esto no sucede y entonces el promedio de los precios de la economía se incrementa.
Cuando uno observa la serie de precios relativos de la economía argentina a la salida de la convertibilidad, encuentra que efectivamente el precio de los bienes respecto del de los servicios cerció fuertemente hasta octubre del 2002, cayó ligeramente hasta julio del 2003, volvió a subir hasta septiembre del 2004 y desde entonces se ha estabilizado ligéramente por debajo de ese valor.
Desde la salida de la convertibilidad hasta el día de la fecha ha habido una inflación del 70%, más de la mitad de la cual (40%) se produce durante el primer año por exclusiva responsabilidad de la devaluación.
En los siguientes dos años el proceso inflacionario se frena sustancialmente para comenzar nuevamente una escala ascendente a partir de octubre del 2004.
Sin embargo en esta oportunidad no puede echarsele la culpa a los precios relativos porque estos en todo caso han bajado.
Quedan dos fuentes de explicación relevantes.
En primer lugar existen cuellos de botellla en el aparato productivo porque Argentina tiene tasa de inversión muy bajas que no son de ninguna manera compatibles con tasas de crecimiento del 9%.
En segundo lugar existen fuertes pujas distributivas de sectores que no quieren verse perjudicados por los nuevos precios relativos y exigen aumentos de salarios (los trabajadores) y aumento de precios (los productores).
De esta manera el gobierno enfrenta el duro dilema de incrementar las tasas de inversión (lo cual no es simple) o enfriar la economía.
Respecto de las pujas, lamentablemente el gobierno quiere quedar bien con todos y no hace otra cosa que alimentarlas, como cuando establece aumentos salariales por decreto o cuando bloquea el comercio internacional proveniente de brasil, incrementando los precios domésticos de los brienes protegidos.
Lamentablemente, frenar la inflación no resulta gratuito y hay que tomar decisiones que muchas veces resultan difíciles.
Esas son las circunstancias que muestran las instituciones que tenemos.