Fuente: ELDIA.COM

A medida que se acerca el fin del actual ciclo político, se intensifica el debate sobre como corregir las distorsiones que deja el modelo como herencia, o para ponerlo en palabras más gráficas, como desactivar la “bomba”.

Por más que el Ministro haga esfuerzos por negarlo, lo cierto es que la economía llegará a diciembre con una situación cambiaria y fiscal absolutamente insostenible, además de acumular atrasos tarifarios significativos que, en la práctica, se traducen en el colapso de la energía y el transporte.

Es evidente para cualquiera que no hay dólares a $8,90 en la economía, como también es obvio que la luz, el gas y el transporte no cuestan lo que pagamos por ellos.

La contracara de mantener un dólar artificialmente barato es que el Banco Central necesita absorber pesos de la economía para que la cotización del billete verde no se dispare y para hacerlo coloca unos bonos llamados Lebacs, por los que tiene que pagar en promedio un 28% anual. Como el BCRA ya ha colocado en el mercado 320.000 millones de esos bonos, la factura en concepto de intereses asciende a casi 90.000 millones de pesos por año.

Por otro lado, la consecuencia de regalar buena parte del gas, la luz y el transporte es que el Tesoro debe afrontar 180.000 millones de pesos de subsidios, pero como no dispone de ese dinero, en abierta violación de la división de poderes que establece la Constitución Nacional, echa mano del Banco Central, a quien obliga a emitir para financiar el agujero.

Pero incluso si el Ejecutivo contara con fondos aprobados por el Congreso para hacer frente a los subsidios y si el Banco Central obtuviera ingresos suficientes sobre sus activos como para pagar los 90.000 millones que gasta en mantener el dólar a raya, tampoco sería posible seguir por mucho tiempo más con un dólar artificialmente barato, porque como sucede con cualquier producto que tiene un precio por debajo del que le corresponde, no hay divisas disponibles a esos valores y entonces los productores no pueden importar libremente insumos, los inversores no pueden remesar sus utilidades, la gente del sector inmobiliario no logra conseguir los dólares para sus operaciones y los ahorristas no pueden ahorrar en la moneda que desean.

QUEBRAR EXPECTATIVAS Y SALIR HACIA DELANTE

Aunque la gran mayoría de los economistas que asesoran a los distintos candidatos coinciden en este análisis, existen sin embargo divergencias respecto de la velocidad de corrección de estos problemas.

Así podemos distinguir dos grandes grupos de propuestas; el de los gradualistas y el de los que somos partidarios de políticas de shock que sinceren la economía lo más rápido posible.

Entre los primeros la idea es que como el problema de fondo es la inflación, primero hay que arreglar el INDEC, para que la gente crea en las mediciones oficiales y luego avanzar en un programa de metas de inflación, en el que el Banco Central se comprometa a ir bajando gradualmente la velocidad a la que crecen los precios y tiene éxito en la medida que sus objetivos son alcanzados satisfactoriamente. Recién cuando la inflación se hubiere controlado, sería posible ir eliminando las restricciones cambiarias, para evitar una disparada del dólar, con el consecuente impacto sobre los precios, como ocurrió en 1975 con el famoso Rodrigazo.

Mi problema con esta estrategia es que los ciudadanos no forman sus expectativas como la teoría predice. En una investigación que estamos haciendo con Pablo Schiaffino de la Universidad de Palermo descubrimos, luego de un trabajo de campo hecho junto a Gallup Argentina, que la gente no tiene expectativas de inflación independientes de las de desempleo y de las de tipo de cambio; esto quiere decir que los que esperan alta inflación también esperan alto desempleo y dólar alto, y viceversa.

CREDIBILIDAD

Lo que ese estudio nos enseña es que las expectativas no son tan sofisticadas y que es entonces probable que el próximo equipo económico cuente con un stock de credibilidad inicial que le permita arrancar con “el tanque lleno” en materia de expectativas, de suerte tal que no solo no necesitará ir construyendo paulatinamente credibilidad sino que si no satisface las expectativas en materia de dólar, inflación y desempleo, en los primeros meses, perderá todo el combustible para continuar con un plan gradual.

Entonces, como hay que actuar pronto, propongo tercerizar la medición de la inflación en consultoras y universidades, hasta que se normalice el INDEC y el resto de la gente (además de la mujer del Gobernador) le vuelva a creer. Pero además necesitamos producir un índice semanal de inflación para que se note más rápidamente la desaceleración.

En segundo lugar hay que eliminar el cepo hacia delante el 11 de diciembre, permitiendo remesar todas las utilidades de las empresas y comprar dólares a los particulares, por los ingresos generados en el año fiscal 2016. Hacia atrás, en el corto plazo solo se puede ofrecer a empresas bonos dolarizados por las utilidades acumuladas y similar instrumento para los depositantes que quisieran proteger sus ahorros.

Habrá una sobre reacción al principio y el dólar saltará por encima de su valor de equilibrio como siempre ha sucedido en Argentina y en el resto del mundo cuando se libera una divisa reprimida, pero eso será incluso ventajoso, porque luego sobrevendrá la desaceleración que operará desinflando la inflación.

En materia tarifaria hay que decirle la verdad a la gente y que cada uno pague por lo que consume, sin ningún tipo de subsidios, pero manteniendo una tarifa social para los mas pobres.

Por ultimo, hay que garantizar la independencia de poderes y prohibir que el Tesoro se financie sin pasar por el Congreso, como exige sabiamente nuestra Constitución.