Fuente: LANACION.COM
Economista del comportamiento, explica cómo el «alto componente psicológico» de la inflación o la fiebre por el dólar puede llevar a errores en las decisiones de inversión y ahorro
Teniendo en cuenta que la Argentina es el país con mayor cantidad de psicólogos en relación a su población, hay dos fenómenos que pueden resultar inexplicables: que Woody Allen no haya venido todavía aquí a filmar una película y que la «economía del comportamiento», la rama que toma enseñanzas de la psicología, no tenga un mayor recorrido a nivel local. Fundada por el premio Nobel Daniel Kahneman en los 70, la «psicoeconomía» estalló en la última década y es la rama teórica de moda en la «ciencia sombría»: sus libros baten récords de ventas y unos 30 países -entre ellos Estados Unidos e Inglaterra- ya tienen oficinas estatales («Unidades de comportamiento») destinadas a aplicar descubrimientos de este campo a las políticas públicas.
«Me parece muy naíf que se siga haciendo política económica sin considerar cómo la gente toma realmente sus decisiones», dice Martín Tetaz, un economista platense de 39 años, referente de esta rama académica. «La inflación, la fiebre por el dólar o la formación de expectativas tienen un alto componente psicológico», agrega.
Tetaz es investigador del Cedlas (el principal centro de estudios distributivos de América latina), da clases en la UNLP y en la UBA y sacó recientemente un libro, Psychonomics (Ediciones B), que agotó su primera edición. En una charla de dos horas con la nacion, habló sobre los errores que cometemos en nuestras decisiones económicas y de vida cotidiana, con los cuales la economía del comportamiento derribó el supuesto de «racionalidad» defendido por la teoría neoclásica en las últimas décadas. Pero también sobre los factores que nos hacen más felices, sobre la inundación de La Plata (que sufrió en carne propia y cuyos costos midió) y sobre las chances de la Argentina de ganar el Mundial de Brasil 2014.
-¿Cuáles son los errores más comunes que cometemos los argentinos a la hora de invertir, ahorrar y comprar?
-Uno de los más habituales es el «sesgo de representatividad»: creemos que todo el mundo es como las personas que nos rodean. Por eso todos tendemos a considerarnos de clase media, aunque no lo seamos. En la Argentina hay diez millones de familias, y la gran mayoría de la gente cree que hay cinco o seis millones de familias más pobres. Pero si uno vive en un hogar con ingresos de más de 12.500 pesos por mes (por todo concepto) se ubica en el 25% más rico de la población. Por eso cuando alguien dice: «Que paguen los que más tienen», yo le diría: «Tengo noticias, flaco, uno de los que más tienen sos vos: tenés que empezar a pagar». Otro error común es el «sesgo de salto a conclusiones». Se supone que a partir de una muestra lo más grande posible hay que hacer estimaciones y sobre la base de eso tomar decisiones. Pero en un montón de temas en tu vida tenés que decidir más rápido, y actuamos sobre la base de dos o tres datos. Esto pasa en las corridas contra el dólar: hay un par de días de suba y todos creen que se va todo al diablo. Si eso pasa en un casino no hay problema, porque la ruleta no tiene memoria, y tu creencia y la serie pasada no influyen en lo más mínimo en lo que va a salir. Pero en economía, el pánico lleva a comportamientos en manada que terminan en profecías autocumplidas, como sucede con la suba del dólar. Esto tiene que ver con nuestra historia económica: hubo momentos en la Argentina en los que, si te dormías y no actuabas, perdías tu casa o tus ahorros. El salto a conclusiones aquí es más feroz, y acentúa la volatilidad. Existe un sesgo o error adicional, que es el «sesgo de confirmación»: negamos cualquier tipo de información que contradiga lo que ya pensamos de antemano. Hay estudios de economistas en los EE.UU. que muestran cómo los medios radicalizan sus posturas para conformar a una audiencia que demanda que le den datos para reafirmar las creencias que ya tiene previamente.
-¿Y los economistas no hacen lo mismo? ¿No les dicen a los empresarios lo que quieren escuchar?
-En parte, sí. Pero en nuestra profesión hay más graves. Hay, por ejemplo, un «sesgo de conformidad», que estudió la psicología en la década del 50. Todo el tiempo queremos conformar a nuestros pares. Es muy riesgoso ser economista y tirar algo que sea distinto, tiene un costo alto diferenciarte.
-¿Cuál es la relación entre la psicoeconomía y la inflación?
-Muy estrecha. En la inflación es fundamental el juego de las expectativas, y las expectativas son 100% psicología. Los precios suben en buena medida porque la gente cree que van a subir. La expectativa de inflación que mide la UTDT está por encima del 35% para los próximos doce meses. Si le gente espera ese nivel, los que pueden formar un precio, así sea uno pequeño, van a tratar de ganarle a la inflación esperada, y el fenómeno se retroalimenta. Un quiosquero, el dueño de un bar o un odontólogo ponen el precio sobre la base de la expectativa a futuro, de lo que creen que les va a costar reponer la mercadería. Y los que no forman precios convalidan luego en la góndola: como se espera un aumento elevado, no sorprenden las subas, se naturalizan. Muchos de nuestros problemas económicos están para el diván.
-¿La psicoeconomía está presente en la agenda de los políticos?
-Poco, pero tiene una participación creciente. La economía del comportamiento destaca el poder de las «opciones de default», que son muy poderosas para orientar conductas. Está comprobado que la gente tiende más a donar sus órganos cuando tiene que informar que no lo hará (y la opción de default es donar) que en el caso inverso. Aquí, con los subsidios y con el dólar se adoptaron estas enseñanzas: por default sucede lo que le conviene al Gobierno, y los que se niegan tienen que hacer trámites que los desalientan. Un caso paradigmático fue la reforma de las AFJP en 1994. Se le decía a la gente que si no elegía quedarse en el Estado, con un trámite, automáticamente se lo pasaba a la privada. Lo cual favoreció a las administradoras. Algunos gobiernos locales están haciendo cosas interesantes. La municipalidad de Junín hizo un trabajo con el Cippec con las notas a morosos impositivos (N. de la R.: se probó la efectividad de distintos tipos de mensajes); y me consta que hay gente dentro del gobierno de la ciudad de Buenos Aires que está trabajando, desde el eje de innovación, en lo que se conoce como «arquitectura de opciones»: cómo hacer que la gente use más las bicisendas o que no estacione mal o que maneje a determinada velocidad. Aquí hay muchas sutilezas que se están incorporando. Es mucho más eficiente poner un cartel con el dibujo de una grúa llevándose un auto (que apela a nuestra memoria episódica, muy poderosa) que una «E» tachada de prohibido estacionar, que le habla a nuestro sistema semántico, completamente desprovisto de emociones.
-¿El presidente que gane en 2015 tendrá una «unidad de comportamiento»?
-Ojalá que sí, que esto aparezca como una política de Estado. Yo estoy trabajando con la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA para hacer un «centro behavioral«, con la idea de que arranque en el segundo semestre. Me parece naíf hacer política económica sin tener en cuenta cómo la gente toma realmente sus decisiones. Pensar que los consumidores maximizan la «utilidad», que es algo que nadie vio nunca en ninguna parte. El otro día fui a la presentación del nuevo libro de Tomás Bulat en la Feria del Libro y estaba como presentador el genio de Juan Carlos De Pablo. De Pablo, que es muy provocador, decía que la economía del comportamiento se pasó de mambo, y que si suben un 30% los limones, se van a comprar menos limones, no hacen falta sutilezas de psicología para inferirlo. Y eso es cierto, no hace falta economía del comportamiento para eso. Ahora, sí la necesito para analizar decisiones más complejas: cómo decide ahorrar la gente, cómo invierte, cómo decide casarse o no o cómo elige una carrera universitaria.
-En la Argentina, abundan los psicólogos y neurocientíficos. ¿Es una base para que este campo crezca?
-Lo de la gran cantidad de psicólogos es relativo, porque la mayor parte tienen una base muy fuerte de psicoanálisis. Si vos les planteás hacer un experimento te miran con pánico. Yo, además del posgrado, cursé dos años de la carrera de grado de Psicología en La Plata, y te puedo asegurar que los que acusan a los economistas de ser dogmáticos y «fundamentalistas del pensamiento único» es porque no se pusieron a estudiar psicoanálisis en la Argentina. Ahora están un poco más abiertos. Sí es cierto que tenemos neurocientíficos de primera línea y que son muy permeables a los estudios multidisciplinarios. Yo celebro que el nuevo libro de Facundo Manes sea un best seller;me parece bueno porque hay mucha gente sanateando sobre cómo funciona el cerebro.
-Hay quienes acusan a la economía del comportamiento de ser algo naíf porque se enfoca en «pequeños temas», cuando hay problemas «grandes» tan graves como la inflación o la pobreza.
-En 1969, cuando el hombre llegó a la Luna, muchos decían: «Cómo se invierte plata y tiempo en esto si hay tantos problemas en la Tierra», y luego lo que pasó es que la ciencia tuvo enormes beneficios a partir de la difusión de tecnologías que se hallaron con esa misión. Con la economía del comportamiento pasa lo mismo: el insight que se descubre en un estudio de penales de fútbol o en un campo pequeño luego puede trasladarse a políticas públicas o a beneficios para millones de personas.
-¿Qué se sabe de la «economía de la felicidad» para la Argentina?
-Junto a los economistas Pablo Schiaffino y Miguel Braun hicimos un capítulo para un libro sobre economía de la felicidad en América latina. La felicidad cayó mucho en los 90 por la suba del desempleo, luego aumentó fuerte hasta 2006, pero desde ese año hasta acá está prácticamente congelada, en buena medida porque hubo muy pocas mejoras en materia de empleo. A nivel «micro» aparecieron cosas interesantes. Lo que más impacta es el tiempo que pasamos con seres queridos, con nuestra familia y también en actividades sociales. Suma más para el bienestar emocional estar en pareja que tener sexo. De hecho, la gente que tiene mucho sexo, pero no una pareja estable no es más feliz que la gente que no tiene relaciones y no está en pareja.
-¿Y vos en tu vida cotidiana aplicás estos principios?
-(Risas) Viste que cuando uno habla mucho de estas cosas se las termina creyendo. Así que sí, pensamos de esta forma. Acaba de morirse el Nobel Gary Becker, responsable en buena medida de que muchos economistas le apliquemos a todo lo que se mueve el esquema de costo y beneficio: es el cuchillo con el que estamos cortados y a veces nos cuesta salir de ahí. Yo aplico la economía del comportamiento en la interacción con otros; siempre trato de tener en cuenta las representaciones mentales del otro. Eso te ayuda a tener más empatía, de alguna forma.
-¿Cómo fue medir el costo de la inundación de La Plata?
-Hicimos un estudio con un grupo grande de voluntarios, con la dirección de María Lara Alzúa y mía, y tratamos de ponerles un precio a los daños sufridos. Determinamos un costo de 3400 millones de pesos, pero hay rubros que son imposibles de mensurar. ¿Cómo hago para ponerle un precio a la única foto que alguien tenía de su casamiento y que se arruinó con el agua? ¿O al estrés o al pánico? Porque ahora, cada vez que llueve en La Plata, ves las caras de miedo en la calle.
-¿Va a salir campeón Gimnasia y Esgrima de La Plata?
-Ojalá. No tenemos mucho plantel: uno o dos jugadores buenos, un arquero excelente, y ahí pará de contar. Pero Pedro Troglio (el DT) adoptó la estrategia que recomienda la teoría de los juegos. Con esta debilidad, ante los equipos grandes se va al «piña por piña», como hizo (el boxeador) Maidana el otro día. Por ahí te sale bien y por ahí te sale mal, como nos pasó con Vélez. Podría ser que Gimnasia saliera campeón, porque en torneos cortos hay una cuota de aleatoriedad importante, que baja con los campeonatos más largos como el que impuso Grondona.
-¿Hiciste cálculos con el Mundial?
-Sí, tomé la cotización de los jugadores en Transfermarket.com, y me da que el 60% de los puntos del ranking FIFA de los últimos cuatro años son explicados por la diferencia de cotización de los equipos. Eso dice que hay bastante poca aleatoriedad.
-¿Y qué predicción te da para la Argentina?
-En cualquier ranking que mires, España es el mejor posicionado en todas las dimensiones. Luego vienen Brasil y Alemania, y la Argentina está un poco más atrás; necesitamos una cuota de azar importante para ganar el Mundial. Un punto que pocos miran es la «varianza» en las cotizaciones: no es lo mismo tener un plantel con diez jugadores de 20 millones de euros que uno con uno de 200 millones y el resto mucho menos, como le pasa a la Argentina con Messi o a Portugal con Cristiano Ronaldo. Ahí el riesgo es mucho mayor.
UN FUTURO POSIBLE
¿Cómo imaginás el futuro de la economía como disciplina científica?
– Creo que de acá a 50 años la economía va a ser una disciplina experimental al 100%, en contraposición a la modelización matemática vigente actualmente. Hoy los hacedores de política toman supuestos y en base a eso definen las medidas que, creen, van a tener mejores resultados. Pero dentro de unos años va a haber sociedades virtuales donde se van a tomar millones de decisiones permanentemente, y gracias al fenómeno «big data» y a la interpretación de toda esa información se van a poder probar modelos en tiempo real. Y esto va a ser un cambio enorme con relación al que vemos hoy. Los gobiernos van a poder testear políticas reales con agentes heterogéneos. Mucho experimento, muchos sistemas complejos y sutilezas de la psicoeconomía, veo una especie de «gran Matrix», para decirlo de algún modo. También deberemos ver qué sucede con el problema de la escasez dentro de 50 años, si uno le cree a la gente de Singularity University y su hipótesis de que va a haber un avance enorme de la ciencia, con un crecimiento exponencial de la frontera tecnológica, que solucionará muchos problemas de escasez. Y ahí habrá que ver qué sentido tiene la economía.»
MANO A MANO
Eficaz en los medios, respetado por los colegas
Una de las fotos más difundidas en diarios de todo el país tras la inundación de La Plata fue la del reencuentro entre Martín Tetaz y su perra Pelu, que estaba perdida, tres semanas después de la tormenta. El episodio fue casual, pero indicativo del imán que este economista tiene con los medios. Tras la publicación de Psychonomics recorrió decenas de estudios de radio y TV, aparece habitualmente en Intratables y otros programas masivos, y conductoras como Cristina Pérez, Mariana Fabbiani y María Laura Santillán lo presentan como «mi economista favorito». En este sentido, Tetaz es un bicho raro: tiene habilidades de comunicación poco comunes en su profesión, pero a la vez es técnicamente respetado. «Invierto dos horas por día en las redes sociales, un mundo muy meritocrático, donde si vos posteás un contenido que está bueno se viraliza», cuenta. Cree que muchos de sus colegas subestiman la exposición mediática y no saben comunicar: «Muchas veces los economistas le hablamos a nuestro micromundo. Nos enroscamos en ganar la batalla académica de café, y si persistís en esa actitud en un programa masivo, la gente cambia de canal. Creen que ganan la discusión, pero al final del día no convencieron a nadie.»
Sebastián Campanario
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.