Todas las semanas recibo mensajes similares en la bandeja de entrada de mi Facebook, por mensaje privado de Twitter, o directamente por mail. Todos más o menos con el mismo tipo de preguntas: “¿Qué hago con la plata? ¿Compro dólares o euros? ¿Va a subir el blue?”

La gente imagina que los economistas tenemos una respuesta fácil a cada una de esas preguntas, pero la realidad es que en primer lugar no hay manera de saber si el dólar (o cualquier otro activo), subirá o bajará la semana que viene y en segundo lugar tampoco existe una inversión salvadora que le convenga a todo el mundo.

Los precios normalmente ya incluyen toda la información que el mercado tiene, salvo que estén fuertemente regulados, en cuyo caso la pregunta remite a las expectativas respecto de la continuidad en los controles gubernamentales.

Piense el lector que si los operadores informados esperasen que el dólar suba el lunes, pues la lógica indica que tendría que haber subido el viernes anterior. Por la misma razón tampoco tiene sentido que un analista diga “es preferible tener euros, porque el dólar se va a devaluar”, puesto que si fuera tan obvio todos los inversores ya habrían vendido los billetes norteamericanos y comprado los europeos, con lo que el dólar ya se habría devaluado.

Y en el caso de los precios regulados, como el del dólar en Argentina, el dato relevante es en todo caso, cuan probable resulta un cambio en la regulación. Es obvio que si el próximo presidente libera el cepo el dólar subirá, pero no está tan claro que lo vaya a hacer (gane quien gane), ni tampoco se sabe de qué manera desarmará los controles. Sin restricciones, el dólar libre podría incluso cotizar por debajo del valor que hoy tiene la divisa en el mercado paralelo, pero con la continuidad del cepo, el dólar blue podría subir mucho más.

AHORRO E INVERSION

Más allá de la coyuntura particular de las elecciones y de las peripecias del dólar, muchos pequeños y medianos ahorristas me preguntan en qué invertir. La mala noticia es que no hay una sola respuesta, sino que primero es preciso hacerse varias preguntas

¿Para qué estas ahorrando? ¿Para comprarte una casa, para mejorar tu jubilación en el futuro, para pagarle los estudios a tu hijo, para cambiar el auto, para hacer un viaje a Europa en un par de años, o para las próximas vacaciones?

La clave tiene que ver con lo que los economistas denominamos “liquidez y madurez”, o puesto en el idioma del resto de los mortales; cuán rápido podes recuperar el dinero.

No es lo mismo ahorrar para las vacaciones de enero que hacerlo para comprar un terreno en diez años, porque muchas inversiones en bonos, acciones, participaciones en construcciones desde el pozo, cocheras o camas náuticas, por ejemplo, son excelentes alternativas que garantizan valoración a largo plazo pero nadie puede asegurar que en el corto plazo no se produzca una fuerte caída de la Bolsa o un derrumbe en el precio de las propiedades.

A la larga, los ladrillos y las acciones (que son pequeñas porciones de una empresa) se recuperan siempre, pero si te ves obligado a vender apurado podes terminar perdiendo mucha plata, de modo que si vas a necesitar el efectivo pronto tenes que olvidarte de todas estas opciones y pensar en un plazo fijo, que aunque apenas te permita empatar con la inflación, te garantiza el efectivo de manera instantánea.

La segunda serie de preguntas tiene que ver con el riesgo. ¿Te aterraría perder algo de tus ahorros si la inversión sale mal o estás dispuesto a asumir ese peligro, con tal de obtener una ganancia razonable? ¿Sos conservador y preferís ganar poco sin correr el más mínimo riesgo, o te animas a jugártela para tratar de multiplicar tus ahorros, aun cuando puedas sufrir una perdida? ¿Sos consciente que algún riesgo hay que tomar para ganar dinero?

NO HAY MAGOS

Por desgracia, en finanzas no existe la magia. Aunque una correcta diversificación de tus inversiones (tener acciones de la fábrica de paraguas y de la de bronceadores, por ejemplo) puede limitar el riego de tus ahorros, por lo general cualquier alternativa que te proponga más rentabilidad encierra un mayor riesgo, de modo que tenes que ser realista y consciente de que la cueva que te ofrece 50% por el mismo deposito por el que un banco te paga 26%, puede que no te devuelva nunca la plata, del mismo modo que las apuestas en negocios que te prometen recuperar la inversión en dos años implican una mayor probabilidad de que el emprendimiento termine saliendo mal, en comparación con proyectos que te permiten el retorno de tu capital en cuatro ejercicios. Siempre más rentabilidad implica más riesgo.

Por último, los economistas podemos tener presunciones de qué es lo más factible que ocurra con las principales variables de la economía, pero no tenemos la bola de cristal. No sabemos a ciencia cierta si subirá el dólar, si se recuperará el euro, si crecerá Brasil en 2016, si la inflación se frenará, si Argentina arreglará con los buitres o si por el contrario se profundizará el actual modelo, porque cada una de esas variables depende de decisiones que aún no han sido tomadas, por parte de funcionarios que ni siquiera han sido elegidos.

Sí sabemos, en cambio, qué es lo más probable que ocurra como consecuencia de cada una de las medidas económicas que se lleven a la práctica. Pero lamentablemente, en este escenario de incertidumbre nadie sabe qué hará el próximo Presidente.

fuente:

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