El primer falso dilema que trajo la pandemia fue el de pensar que había que elegir entre dos extremos; minimizar las muertes o minimizar el impacto económico.

La irracionalidad de ambos enfoques nos llevó a derrumbar la economía en algunos casos y a que crezca exponencialmente el contagio y desborden los centros de salud, en el otro.

Después de 24 días de cuarentena y perdidas económicas que se cuentan en cientos de miles de millones, el Gobierno argentino abrió la puerta en el decreto 355, a la posibilidad de que existan regiones donde no tenga sentido el aislamiento social extremo, porque no hay casos, o porque las actividades ya tienen por su naturaleza el suficiente distanciamiento social, como podría ocurrir en la construcción, o en la minería a cielo abierto, por poner dos ejemplos.

En el otro extremo, después de priorizar la economía por sobre la salud, los contagios explotaron en Nueva York o Londres, donde incluso el Primer Ministro está seriamente enfermo.

Ciento once mil muertos y quiebras mediante, el mundo empieza a darse cuenta que hay una diagonal y así como no tendría sentido prohibir la movilidad de la gente porque todos los años mueren 8000 personas en accidentes de transito en Argentina, tampoco podemos ignorar el problema; tenemos que invertir en caminos seguros y en educación ciudadana, siendo implacables con los controles para evitar que la gente maneje después de haber tomado alcohol.

Ni más Estado ni más Mercado

El otro falso dilema es el de pensar que una economía puede funcionar sin mercados o sin estado, cuando los países desarrollados son un ejemplo de que se necesitan las dos cosas; más mercado y más estado, pero que ambos tienen que estar en buena forma, porque el tamaño no garantiza el éxito.

Si tomamos los 167 países para los que worldometers.info tiene datos sobre coronavirus y lo cruzamos con datos socioeconómicos del Banco Mundial, podemos ver que la cantidad de casos por millón de habitantes depende de dos variables; la cantidad de vuelos internacionales por millón y la cantidad de tests por millón. Ni el gasto en salud (como porcentaje del PBI), ni la porción de ese gasto erogada por el estado, como así tampoco la interacción de ambos términos resultan estadísticamente significativos para explicar la varianza en el número de casos.

Esto quiere decir que los países con mas flujo aéreo están mas expuestos a los casos importados, lo cual es obvio, pero también que no hay relación entre los gastos en salud y la velocidad con la que se contagia la gente

Podría argumentarse que las inversiones en salud no evitan el contagio, pero bajan la mortalidad, sin embargo, la cantidad de muertos por millón de habitantes no depende tampoco del gasto en salud, ni de la porción de ese gasto financiada por el estado. Obviamente hay mas muertos en países que tienen mas casos (cada 100 casos suben 8,4 los muertos), pero la buena noticia es que la mortalidad baja con el mayor testeo, lo cual también es intuitivo porque una estrategia más agresiva de monitoreo permite detectar los contagios en población de riesgo antes de que esos cuadros entren en estado crítico. Según las estimaciones de Marina Dal Poggetto de Eco Go, por cada día de cuarentena extrema se pierde el 40% del PBI de esa jornada, que sin dudas representa mucho mas dinero que el que cuesta una estrategia de testeo masivo.

En verdad, Estado y Mercado se complementan. No hay posibilidad de tener un capitalismo exitoso si no existe un Estado fuerte que desarrolle ese entramado institucional que llamamos mercado, que no es otra cosa que el conjunto de normas (formales e informales) que regulan la interacción entre oferentes y demandantes. Pero tampoco hay economía que resista la mochila de plomo de un estado pesado e ineficiente, que se convierte en un socio que cobra en las buenas y en las malas, pero que no aporta como contrapartida bienes públicos de calidad, o peor aún, que construye una burocracia inútil que traba el desarrollo.

Si para algo sirvió el coronavirus fue para desnudar las (in) capacidades de cada Estado y para que los contribuyentes vean si vale la pena pagar por esos servicios.

Los Estados fit, que están en forma, como Corea del Sur, o Islandia, dominaron la curva en base a un uso intensivo de tecnología de la información en el primer caso y testeos masivos en el segundo. Los asiáticos aislaron cada caso importado y cada sintomático con su red de contactos, usando aplicaciones que geolocalizaban a cada individuo sospechoso. Los europeos llegaron a testear al 10% de su población

Los Estados que se mostraron incapaces de controlar el problema, en cambio, debieron imponer restricciones de movilidad, golpeando fuertemente a la economía. Es cierto que algunos fueron más negligentes y lo hicieron mas tarde, siendo responsable de mas muertes. Pero cada día de cuarentena extrema demuestra el fracaso del Estado en controlar y aislar a los casos positivos y en regular la tasa a la cual crecen los contagios, para no colapsar el sistema de salud

El mejor ejemplo de la incapacidad del Estado es el caso Argentino, que mantiene una cuarentena estricta a pesar de que tiene solo 83 casos en terapia intensiva (contra una capacidad de 4000 camas de Cuidados Intensivos en el GBA, de las cuales se estima que el 30% podrían estar disponibles para casos de COVID19). Si bien el testeo es muy deficiente en el país (solo 435 por millón), la evolución de la tasa de nuevos casos en la ultima semana respecto de la anterior (proxy del Ro) está estabilizada, lo que quiere decir que no está creciendo el numero de nuevos contagios.

Entramos a la cuarentena con los nuevos casos quintuplicándose por semana, pero las restricciones noquearon al Ro incluso mas allá del punto necesario para que no desborde el sistema de salud y si el gobierno no cede es porque no tiene capacidad de enfrentar siquiera un crecimiento moderado en las tasas de contagio.

Sí, necesitamos más capacidad estatal, pero claramente necesitamos menos de este Estado fofo, que pesa mucho y se mueve poco.