La noticia de los peródicos sorprendió a muchos; nada menos que un gobierno de centro izquierda como el del Frente Amplio uruguayo, planea firmar un tratado de libre comercio con Estados Unidos muy en la sintonía del que ya tiene Chile y bastante a contramano del proyecto del Mercosur y de la Comunidad Sudamericana de Naciones.
Visto objetivamente, sin embargo, el acuerdo no debiera sorprender a nadie.
En primer lugar, en Argentina existe una curiosa definición de lo que significa izquierda y derecha, donde se adjudica a la primera políticas proteccionistas y a la segunda el libre cambio.
No obstante, ni a lo largo de la historia ni a traves del análisis de distintos países esto ha sido asi. Por el contrario, es tan probable que un gobierno de izquierda promueva el libre comercio como que gobiernos de derecha se manifiesten abiertamente proteccionistas. Basta pensar en los nacionalismos de derecha del siglo pasado o en la política comercial del comunismo chino.
En segundo lugar, es lógico que países relativamente chicos como Chile y Uruguay prefieran el libre comercio, mientras que países más grandes como Argentina o más aún Brasil promuevan medidas proteccionistas.
Una manera de pensar porqué esto puede pasar es analizar los países más grandes como conjuntos de provincias o regiones que comercian libremente entre si.
Aunque las discusiones de comercio internacional suelen ser encarnadas, nadie se atrevería a decir que hay que retornar a las épocas en las que existían aduanas interiores que trababan el comercio entre las distintas provincias.
Sin embargo no hay demasiadas razones para tratar de manera diferente al comercio entre provincias, que en última instancia produce al interior de las mismas los mismos efectos que el comercio entre Países, al interior de las Naciones.
En rigor existen tal vez dos diferencias importantes entre el comercio inter provincias y a nivel de países; por un lado las transacciones internas se efectúan siempre con una moneda fija que es la misma para todas las provincias, por el otro lado existen mecanismos fiscales de redistribución que pueden compensar las asimetrías generadas por el proceso comercial hacia dentro de un país, pero no existe ninguna institución que cumpla un rol similar a nivel internacional.
No obstante esto, el hecho de que exista una moneda local igual para todas las provincias, emitida por el gobierno central en todo caso es un punto en contra del comercio entre las provincias toda vez que estas no pueden reflejar los diferenciales de productividad devaluando el patrón de intercambio, además de que en todo caso puede lograrse que el país replique el comportamiento «como si fuera» una provincia del mundo si es que se ata el tipo de cambio del peso a una canasta de monedas representativa del peso de las distintas monedas de los socios en el comercio internacional.
Respecto a la falta de una institucion fiscal internacional que compense asimetrías, es importante notar que el comercio internacional más que aumentar las desigualdades entre países produce dichos efectos hacia dentro de los que comercian, produciendo ganadores y perdedores en cada país, circunstancia que también sucede a nivel del comercio entre provincias y que la mera redistribución por coparticipación no resuelve porque los recursos transferidos no van necesariamente a los grupos perdedores hacia dentro de cada provincia, sino a la provincia como un todo y por tanto no resuelven el problema supuestamente generado por el comercio.
Dicho todo esto uno puede hacer el ejercicio teórico de eliminar las etiquetas de nacionalidad de origen de las mercancias y pensar que éstas se mueven de una región a otra del globo terráqueo, algunas de las veces entre regiones de un mismo país otras entre regiones de países distintos.
Argentina tiene 24 provincias que comercian entre sí y que además (y esto es fundamental) son muy distintas desde el punto de vista de la dotación de recursos, de la geografía, el clima, etc.
Uruguay por el contrario puede ser pensada como una sola provincia con mucha menos diversidad y de ahí que le salga carísimo perder la oportunidad de celebrar tratados de libre comercio, que le permitan comerciar con otras provincias (de los EEUU por ejemplo).
Por esta razón es que resulta absolutamente lógico que Uruguay firme tantos tratados de libre comercio como le sea posible, porque más allá de izquierdas o derechas, le conviene.