La fecha no se puede evitar, no se le puede dar la vuelta, ni pasarla por arriba; con el 31 encima el balance se impone. Probablemente la mejor manera de definir el año que se va es pensarlo como uno de transición, en el que la economía tuvo que corregir distorsiones, establecer nuevas reglas de juego y acomodar decisiones de producción y de consumo a las nuevas circunstancias.
El primer gran cambio, sobre finales del 2015 en rigor, fue la liberación del cepo que obviamente vino acompañada de una fuerte devaluación del tipo de cambio oficial. La verdad era que no había muchas alternativas. Se puede discutir el timming, si no convenía más optar por una liberación parcial que distribuyera el impacto de la medida en varios meses, como proponía el candidato oficialista, o si convenía esperar seis meses como postulaba el tercer presidenciable. La decisión de Sturzenegger y Prat Gay fue correcta; en materia cambiaria no hay lugar para gradualismos porque el mercado se anticipa. Si se pretende distribuir el impacto mes a mes, micro devaluando la moneda, el resultado es que nadie liquida un solo dólar; no hay oferta de divisas porque todo el mundo se da cuenta que, si espera, puede obtener más pesos por sus dólares. Al mismo tiempo se aceleraría la demanda de moneda extranjera, porque todos querrían comprar barato lo que es obvio que mañana saldrá más caro.
Argentina chocó en 2011 con la restricción externa; la economía estuvo cuatro años en agonía por falta de dólares y eso se resolvió en una semana. Es importante entender que no se trataba solo de un problema de escasez de divisas para viajar a Miami o para ahorrar debajo del colchón; no existe prácticamente ninguna actividad productiva que no utilice en mayor o menor medida insumos importados y sin dólares se paraliza la producción. Desde diciembre pasado crecen las reservas, se estabilizó el precio de la moneda y hay dólares abundantes para todas las actividades. Gran acierto.
El segundo gran cambio fue impositivo; el Gobierno eliminó impuestos a las exportaciones de productos agropecuarios y mineros, bajando también el tributo que había que pagar para sacar soja del país. Movió el mínimo no imponible de Ganancias por decreto y eliminó el IVA de la canasta básica para jubilados y receptores de planes sociales.
Lo de Ganancias duró poco, porque rápidamente entraron las nuevas paritarias, al tiempo que la reducción del IVA fue muy cuestionada porque su implementación resultó engorrosa y diluyó en parte los beneficios de la medida.
El combo de dólar más alto y menos impuestos reactivó fuerte la producción agropecuaria, con el impacto que eso tiene en el interior productivo. Se habla de que el agro cerrará la campaña 2016/2017 con un 20% más de producción.
EL IMPACTO EN PRECIOS
El costo del dólar más alto y los menores impuestos al campo, fue la suba de precios que aceleró la inflación de los primeros meses del año, erosionando salarios reales y generando una contracción del consumo que hundió la actividad económica en el primer semestre. Es verdad que pese a la magnitud de la devaluación (el dólar subió 60%) sumada a la quita de retenciones, el traslado a precios fue, no obstante, muy bajo. Pensemos que la economía venía a un ritmo de 28% anual de inflación en 2015 y cerrará este año en torno del 33% para el interior y 41% para la Ciudad de Buenos Aires. Si tenemos en cuenta que 9 de los 41 puntos del índice de CABA corresponde al tarifazo, es evidente que como consecuencia del combo devaluación + retenciones hubo solo 5 puntos extra de inflación (8 si incluimos la inflación de diciembre 2015 en la cuenta).
El problema es que la inflación no subió solo por la salida del cepo sino que también y sobre todo en el Área Metropolitana de Buenos Aires, se sintieron fuertemente los efectos del tarifazo, que le agregaron 9 puntos adicionales a un índice de precios al consumidor que ya venía golpeado por la devaluación.
En contraste, el Banco Central que había heredado una bomba de emisión y futuros, la desactivó exitosamente en el primer semestre, pero tuvo una estrategia muy gradual respecto de la emisión para financiar el déficit fiscal. Este año se fabricaron 160.000 millones de pesos que fueron a tapar el agujero de las cuentas públicas y si bien en términos reales es un 40% menos que lo que había sido “la maquinita” del 2015, todavía sigue siendo un nivel de emisión inaceptable, que le pone un piso a las posibilidades de bajar la inflación.
SON LAS EXPECTATIVAS ESTUPIDO
Pero si hay un terreno en el que el Gobierno erro, ese fue el de las expectativas. Todos recordamos al Ministro de Economía hablando de una inflación anual del 25% y resulta evidente que ni los formadores de precios ni los gremios creyeron eso.
El problema es que en un mundo en el que la cantidad de dinero crece al 45% no hay problemas en que los precios aumenten 40%, porque sobran billetes para hacer todas las transacciones, pero cuando los precios aumentan al 40% y la cantidad de dinero solo sube 26%, no hay convalidación monetaria de los aumentos; no hay tantos pesos como los necesarios para hacer todas esas transacciones y entonces o ajustan los precios o ajustan las cantidades. Ocurrió lo segundo y se profundizó la recesión en el primer semestre.
Con el nuevo esquema de metas de inflación implementado por la autoridad monetaria, ahora las expectativas serán cruciales. Si la baja de la velocidad a la que se mueven los precios continua en los primeros meses del año, es probable que consumidores, empresarios y gremios converjan a unas expectativas de inflación más bajas y rebote la economía.
La clave del 2017 son las expectativas y los recientes cambios en Economía parecen indicar que el Gobierno entendió la importancia de la comunicación en ese terreno.
fuente: ELDIA
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.