En los mercados, se sabe, el Estado puede controlar el precio o la cantidad, pero nunca los dos al mismo tiempo. Tomemos por caso el dólar; el Banco Central puede fijar arbitrariamente la cotización por debajo del nivel de equilibrio, pero no puede evitar el exceso de demanda resultante; siempre que una cosa está muy barata sobran los compradores, pero faltan los vendedores. Alternativamente, como hizo en su momento con el cepo, la autoridad monetaria podría limitar la demanda estableciendo cupos, pero si no hay suficiente para todos, subirá el precio. Si el regulador quiere controlar el precio y la cantidad al mismo tiempo, lo que ocurrirá es que habrá un mercado paralelo donde se encontrarán los que no están dispuestos a vender barato, con los que se quedaron afuera de la cuota establecida oficialmente.
El mercado de dinero no es muy distinto. Si usted necesita liquidez y no cuenta con ella, puede ir a una institución financiera y alquilarla. A cambio pagará un arrendamiento que normalmente se denomina “tasa de interés”. El Banco Central puede entonces controlar la tasa de interés o establecer el nivel de dinero con que contará la economía, pero lo importante es que no puede hacer las dos cosas al mismo tiempo; debe elegir.
Cuando el Gobierno quiere frenar la velocidad a la que crecen los precios puede optar por dos caminos; o bien establece metas de inflación y regula la tasa de interés, en cuyo caso la cantidad de dinero que termina emitiendo es la que demanda la economía, o puede alternativamente fijar el crecimiento de los agregados monetarios y bancarse la tasa resultante.
En un escenario de plena credibilidad en la política monetaria con estabilidad en la demanda de dinero y donde el Banco Central conociera con precisión esa magnitud, no hay mayores diferencias entre ambos enfoques. Si la autoridad dice que la inflación será 20% y todo el mundo le cree, pues las remarcaciones estarán en ese orden y la determinación de la tasa de interés se convierte en una tarea de sintonía fina. Lo mismo ocurre si lo que hay que establecer es la tasa a la cual crece la cantidad de dinero.
El principal problema Por simplicidad voy a analizar ahora el caso donde el principal problema es el de credibilidad, puesto que ilustra lo que está ocurriendo hace varios años en nuestro país.
¿Como funcionan las metas de inflación?
Bajo este modelo, el BCRA establece primero la meta y luego usa la tasa de interés (controla el precio de alquiler del dinero), para ajustar las diferencias entre sus objetivos y la realidad. Si el público remarca por encima de lo establecido, el Banco Central está obligado a hacer dos cosas; por un lado, debe emitir y meter en el sistema todo el dinero que el mercado pida y, por otro lado, sube la tasa de interés para que baje la inflación.
Con tasas mas altas, se encarece el crédito para consumo (no necesariamente el que se destina a la inversión de largo plazo), bajan las expectativas de inflación y se abarata el dólar, porque entran capitales especulativos a buscar esas tasas mas altas. Dependiendo de las características de cada economía, esos tres efectos frenan en mayor o menor medida la inflación.
Acá aparece entonces la clave mas importante; si la gente no le cree al Banco Central o la economía tienen mecanismos de ajuste de precios que le imprimen inercia al proceso, la consecuencia es que la inflación baja mas despacio de lo que quiere el gobierno, aunque la economía nunca se quedará sin liquidez para trabajar.
¿Cómo opera el control de agregados?
Si en cambio el BCRA controla la cantidad de dinero, lo que hará es asegurarse que los agregados monetarios (la oferta de dinero) crezcan a una velocidad compatible con la inflación buscada y el crecimiento esperado; por ejemplo y simplificando la matemática financiera, si el Banco Central busca una inflación del 20% para los próximos 12 meses y proyecta un crecimiento real de la actividad del orden del 3%, entonces la cantidad de dinero debería crecer 23% en los próximos doce meses.
A la larga, si la demanda de dinero no se derrumba, los precios de la economía no pueden crecer en promedio por encima de la cantidad de dinero. El problema es a la corta.
Si los formadores de precios no le creen al gobierno y esperan una inflación del 30%, entonces los alquileres se firmarán con clausulas del 30%, las paritarias se cerrarán en torno a ese mismo nivel, los comerciantes remarcarán también cerca del 30% y así sucesivamente se irán formando todos los precios de la economía de acuerdo con las expectativas de próximos aumentos. Pero incluso si le creyeran, podrían existir contratos escalonados, con clausulas de aumentos, o expectativas de recomposiciones de ingresos de algunos sectores, que le dieran inercia al proceso e hicieran que, aunque el dinero creciera al 23% los precios corrieran al 30%.
Y aquí surge entonces la clave del modelo de control de agregados; bajo ese modelo, en el corto plazo, la falta de credibilidad en la política monetaria se paga con menor actividad económica, porque si no hay dinero suficiente como para efectuar todas las transacciones de la economía con aumentos del 30%, pues faltará dinero y consecuentemente subirá el precio de alquilarlo.
Aunque Phillips se vista de seda… Si no hay credibilidad en la economía, el gobierno deberá elegir entre bajar la inflación mas lentamente (metas de inflación) o hacerlo mas rápido, pero al costo de una recesión (control de agregados).
La única salida al dilema que plantea esta suerte de curva de Phillips es quebrar las expectativas y lograr que todos esperen menos inflación hacia delante, puesto que de ese modo es posible reactivar la economía y desacelerar los precios al mismo tiempo.
Esas expectativas naturalmente no nacen de un repollo, sino que surgen de la interpretación que el público hace de las medidas del gobierno y de la credibilidad que tienen en las autoridades, retroalimentándose con los resultados que, a su vez, tienen una cuota de azar.
Por suerte la nueva conducción del BCRA tiene una chance de recomponer la confianza de la gente si es que logra dominar al dólar. Además, si el cambio al esquema de control de agregados es correctamente comunicado, contribuirá en el mismo sentido y el Central tendrá la chance de moderar el dilema entre inflación y recesión.
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.