Nadie sabe muy bien cómo empezó el fenómeno ni de donde salió la primer criptomoneda. La historia habla de un estudiante de doctorado, que bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto, publicó un artículo titulado “Bitcoin: A Peer to Peer Electronic Cash System”, cuya traducción sería algo así como: Bitcoin un sistema dinerario electrónico entre pares.

Los Bitcoins no son ni tarjetas de crédito ni dinero contante y sonante, sino que se trata de la primera moneda virtual encriptada; una especie de registro secreto de la historia de las transacciones que permite la transferencia del derecho a adquirir cosas, haciendo que el sistema sea imposible de falsificar.

Me explico. Supongamos que vivimos en una sociedad donde no hay dinero, pero sí existe un Contador, que en un gran libro anota todas las operaciones que ocurren en cada momento. Por ejemplo, usted trabajo durante un mes y es evidente que por su contribución debe tener derecho a participar de alguna manera, del producto social. Entonces visita al Contador y le pide que deje asentado, en el libro de los derechos, esa deuda que la comunidad tiene para con usted. Ahora imaginemos que luego quiere comprar en el supermercado, entonces vuelve a visitar al Contador y le manifiesta que quiere transferir su derecho, al dueño del súper y le pide que por favor anote la operación para que el comerciante pueda liberar la mercadería.

Ese gran libro, contendría la evidencia de todas las operaciones que se han efectuado en la sociedad, desde que existe el registro; sería, en cierto sentido, una cadena de operaciones eslabonadas en un orden particular, de suerte tal que nadie podría aparecer exigiendo su derecho a consumir algo en ese grupo, sin que el contador confirmara su acreencia, puesto que cada derecho es en realidad la consecuencia de todos los derechos anteriores.

En síntesis, eso es un bitcoin, solo que las nuevas tecnologías permiten simplificar notablemente el trabajo del Contador y logran que toda esa información esté disponible online.

LAS FUNCIONES DEL DINERO

Hubo un tiempo en que no existía dinero. La moneda más antiguas data de 700 años antes de Cristo, de modo que hasta hace relativamente poco, quien quería comprar algo necesitaba encontrarse con una persona que justo tuviera ese bien preciado y que simultáneamente quisiera algo que el comprador pudiera darle. La doble coincidencia de necesidades era la responsable de la lenta expansión del comercio, que a su turno limitaba las posibilidades de la división del trabajo y la consecuente especialización productiva.

Sin dinero los intercambios se limitan tanto que la gente debe procurarse de manera directa los bienes y servicios que buscan satisfacer sus necesidades, de acuerdo a sus capacidades para fabricar cada uno de esos objetos. No hay chance de dedicarse a una tarea, vender la producción, o el mismo trabajo y conseguir en otro acto divorciado del primero, el sustento diario.

La moneda, como institución nace para resolver ese problema fundamental, de modo que la principal función del dinero es servir como un medio de pago generalmente aceptado, que permita separar los procesos de producción de los de consumo, facilitando la dedicación y especialización de la producción, que conduce al crecimiento de la productividad y el desarrollo económico.

Pero la función transaccional no agota la utilidad de la plata. El peso, por ejemplo, sirve también como unidad de cuenta facilitando de manera notable el conocimiento de las relaciones de precios entre los productos. Imaginemos un mundo de trueque donde cada bien deba expresar su precio en función del resto de los bienes. ¿Cuánto valdría un jean, por ejemplo? 2 camisas, 10 tortas, 300 tornillos, 5 resmas de hojas, 10 horas de limpieza, 8 platos de comida, etcétera. Las posibilidades de expresar los precios en un denominador común simplifican de manera espectacular la cantidad de valores que hay que tener en mente para poder comprar y vender de manera más o menos eficiente. La moneda opera entonces también triangulando todos los precios relativos de la economía y reduciendo las dimensiones de la comparación entre bienes, a una escala perfectamente administrable.

Por último, el dinero debería permitirnos separar temporalmente el acto del trabajo, del de comprar en el mercado, de suerte tal que la gente pueda ahorrar postergando su consumo todo lo que sea necesario, a los fines de maximizar la satisfacción familiar. Si no existe una moneda estable, como ocurre por ejemplo en momentos de alta inflación, la gente se ve obligada a gastar rápido todo su dinero comprando cosas que realmente no necesita, ante la amenaza de que su capacidad adquisitiva se diluya, como un helado fuera del freezer.

¿Serán los Bitcoins la moneda del futuro?

Pensando entonces en las tres dimensiones del dinero, resulta más fácil conjeturar su futuro. El déficit más grande del Bitcoin, es como unidad de cuenta. Pensamos los precios de la mayoría de los bienes en pesos, y en el caso de las propiedades lo hacemos en dólares, pero nadie usa al Bitcoin como denominador común para ver si algo está caro o barato.

La segunda dificultad es que el precio de esta criptomoneda es muy volátil; en los últimos cuatro años pasó de valer 250 dólares, a 1.200 para luego volver a caer a cerca de 200 y escalar de manera espectacular en los últimos dos meses para llegar hoy a los 2.700 dólares. Por esta razón, como reserva de valor, no es apta para cardíacos.

Sin embargo, como medio de pago funciona bastante bien y aun cuando todavía no es aceptada masivamente para la mayoría de las operaciones diarias, poco a poco va ganando su lugar, sobre todo en comercio electrónico.

Por esta razón todavía esta verde como moneda y su escasa penetración como medio de pago atenta contra su estabilidad, necesaria tanto para que sea aceptada como para que sea elegida como reserva de valor.

fuente: