El resultado sorprendió primero a los propios mercados, que habían apostado por la permanencia del Reino Unido dentro de la Unión Europea. Un día después el estupor dominó a los mismos ingleses que habían votado la salida haciendo que “Bregret”, un juego de palabras cuya traducción sería algo así como “los británicos lo lamentan”, se convirtiera en trending topic de Twitter.

Si Churchill estuviera vivo probablemente volvería a repetir su polémica frase que, quizás premonitoriamente, decía que “el mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante mediano”, porque a escasas horas de la consulta parece más que claro que los votantes no entendieron las consecuencias de haber firmado la salida del bloque.

La Unión Económica, como se sabe, es el máximo grado de integración al que un conjunto de países puede aspirar, antes de resignar por completo su soberanía y converger bajo una Constitución común. El proceso implica no solo la libre circulación de bienes y servicios dentro de los países, sino también, y esto ha sido muy importante en el resultado, la eliminación de barreras a la movilidad de factores productivos, lo que en castellano quiere decir que cualquier miembro de la unión puede trabajar donde tenga ganas de hacerlo y que cualquier empresa puede radicarse en cualquier lugar, favoreciendo también por supuesto la circulación de capitales financieros.

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Como si eso fuera poco, los miembros que se integran de ese modo tienen una única política comercial respecto del resto del mundo y se comprometen a coordinar las políticas monetarias y fiscales, lo cual en el caso de los 19 países que comparten el Euro implica resignar por completo la soberanía en materia de política cambiaria y monetaria.

Es cierto que el Reino Unido es uno de los nueve países del bloque que nunca aceptó el sacrificio de su moneda, pero en materia de política comercial, de inversiones y sobre todo laboral y migratoria, estaba atado de pies y manos.

En ese contexto, los bajos niveles de crecimiento de la economía, cuya tendencia es sistemáticamente declinante desde los 80s, hacen que el corset en materia de soberanía de política económica que significa la permanencia en la Unión, sea fácilmente identificado como el sospechoso número uno del escaso dinamismo.

El problema es que no está claro que haya sido esa la causa del estancamiento y está por verse cuál será la estrategia comercial del Reino Unido en los próximos años y cómo piensan reemplazar la tracción que el enorme mercado europeo les generaba. Más aún, el predominio de Londres como centro financiero mundial será puesto en jaque si los restantes países del bloque le dan prioridad a Frankfurt o a Paris, para sus transacciones, o si giran hacia destinos con menores barreras lingüísticas como Dublin. Ni hablar de la supervivencia de sectores que dependían de subsidios europeos, como los vinculados al arte y la cultura.

Sí, una libra más débil le dará algo de competitividad al Big Ben, como destino turístico y abaratará relativamente las exportaciones de servicios educativos, que son un fuerte en la región, pero también implicará que los británicos serán más pobres respecto de su capacidad de compra de bienes transables.

EL IMPACTO EN NUESTRO PAIS

Por razones obvias, Argentina tiene escasa relación comercial con el Reino Unido, a punto tal que solo exportamos 721 millones de dólares en 2015, pero el 14,5% de nuestras ventas externas van a la Unión Europea y con el Euro más débil y el shock contractivo que el Brexit generará en el viejo continente, las perspectivas no son promisorias.

Además, la tormenta europea fortalecerá al Dólar, porque los inversores suelen “volar a activos de calidad” cuando aumenta la incertidumbre, por lo que aumentará el precio de la moneda norteamericana y caerán concomitantemente el resto de los activos alternativos, con la probable excepción del oro, que también opera como refugio en momentos turbulentos. Para la región esto se traduce en un menor precio de la soja, lo que sin dudas generará menor ingreso de divisas comerciales que las que habrían entrado si todo esto no hubiera pasado.

Por el canal financiero también se sentirá el impacto, aunque acá la ventaja es que estamos justo transitando un quiebre en nuestra inserción al mundo, por el cambio de gobierno. De todos modos, seguramente habrá una revisión a la baja en las expectativas que generaba el Blanqueo que está siendo aprobado en el Congreso. Aunque es probable que el monto total de activos exteriorizados no se vea afectado, sí aumentan mucho las chances de que los que tienen dinero afuera lo declaren, sin ingresarlo al país. Luego, Argentina será calificado como “Emergente” hacia fin de año, o en la primera mitad del año próximo y allí también habrá posiblemente menos ingreso de capitales que el que se podía estimar hace un mes atrás.

Para ponerlo en términos futbolísticos; si en materia financiera el segundo semestre pintaba para una goleada 6 a 0, habrá que conformarse con un 4 a 0 a favor.

¿MERCOSUREXIT?

La última pregunta tiene que ver con el coletazo que la crisis en la integración europea puede producir en nuestro bloque comercial.

Todo parece indicar que el Mercosur va camino a eliminar el arancel externo común y retornar al esquema de una zona de libre comercio, lo que le permitiría a cada país, negociar acuerdos comerciales con terceros, sin la necesidad de aprobación por los restantes miembros.

Me gusta la metáfora del Brexit como un dealer barajando nuevamente las cartas. Vienen tiempos de nuevos esquemas y no es mala idea tener flexibilidad para jugar con los naipes que toquen.

fuente

zzzeldia