Irina tiene 50 años y un cuerpo que no parece encontrar descanso del gimnasio y las dietas, aunque el cansancio con el que se mueve denota la falta de hidratos de carbono y su visita recurrente al baño confirma la presunción del médico. Irina tiene diabetes, pero está convencida que es una paciente que coopera y que sus hábitos de vida le permitirán mantener la enfermedad a raya, incluso prescindiendo de la insulina que su páncreas hace tiempo no fabrica.

“Yo soy muy obediente, mi dieta es estricta y mi vida directamente es la gimnasia así que conmigo no va a tener problemas, doctor”.

El médico al que se dirige la frase de la chica, es el diabetologo Gustavo Tumene y la declaración de su paciente aparece entre los relatos de su libro “Historias de Diabetes”; 129 páginas que pueden salvar más vidas que 129 cirujanos.

Una de las principales enseñanzas de la Economía, a partir de los trabajos pioneros del Premio Nobel, Gary Becker, es que las personas toman prácticamente todas sus decisiones haciendo un análisis costo beneficio, que sopesa los pros y contras de cada curso de acción posible. Pero la lección fundamental de la Economía del Comportamiento es que ese análisis no se hace sobre los costos y beneficios objetivos de cada decisión, sino a partir de la representación mental subjetiva que cada uno puede formarse sobre la base de las circunstancias y de su experiencia.

COMO FUNCIONA LA MENTE

Sabemos luego de las investigaciones del Psicólogo Endel Tulving que la información que tenemos sobre el mundo puede estar almacenada en dos sistemas de memoria muy distintos, según la hayamos aprendido a partir de una experiencia de vida, en cuyo caso quedará grabada en la memoria episódica, o según sea que nos la han contado o la hemos leído en alguna parte, en cuyo caso irá al almacén de memoria semántica.

El neurocientífico portugués Antonio Damasio nos enseñó que la clave para guardar un recuerdo en la memoria episódica o autobiográfica tiene que ver con las emociones. Recordamos solo aquellas cosas que dejaron alguna huella emocional que Damasio denomina “marcadores somáticos” y olvidamos el resto.

Esa característica de la memoria le da una fenomenal ventaja a la información proveniente de ese sistema de almacenamiento, porque el estar los recuerdos provenientes de la memoria semántica desprovistos de pistas emocionales, quedan en desigualdad de condiciones a la hora de influir en las decisiones. Por esta razón es que habitualmente los sermones caen en el mismo saco roto de las recomendaciones médicas que remiten a datos duros para los cuales no es fácil generar una representación mental icónica.

Lo sabe perfectamente cada persona que ha fracasado con una dieta, no por no saber la cantidad de calorías que tenía la torta, sino justamente porque nadie puede representarse mentalmente una caloría y sí en cambio es fácil de buscar en el arcón de los recuerdos el placer emocional asociado a la última vez que probamos una de chocolate con dulce de leche.

Y por si no tuviéramos suficiente dificultad con representarnos mentalmente los costos y beneficios de cada opción, encima nuestra percepción nos juega malas pasadas, porque nos lleva a construir creencias erradas sobre las consecuencias de nuestros actos.

Irina había visto quedarse ciega a su abuela diabética y pensaba que la causa de la discapacidad tenía que ver con sus inyecciones de insulina, cuando en rigor había perdido lo vista por no haber usado disciplinadamente esa droga.

SALVANDO VIDAS

Por esa razón el libro de Gustavo salva vidas, porque al contar relatos reales de pacientes con los que cualquier diabético puede sentirse identificado, facilita representaciones mentales episódicas de las consecuencias de no cumplir con el tratamiento que el doctor nos recomienda.

Mi médico personal, el prestigioso Doctor Costa Gil, recurre a un truco parecido, diseñado a medida: me cuenta artículos científicos en los que se describen las investigaciones que están detrás de las recomendaciones de cada tratamiento, porque sabe que como buen hombre de ciencia, solo creo en los resultados que han atravesado el riguroso filtro del método científico.

La Economía del Comportamiento demostró que se pueden modificar las decisiones de las personas alterando la percepción, cambiando el modo de presentación de las alternativas, facilitando representaciones mentales de costos y beneficios de cada conducta, organizando las elecciones de modo que terminemos optando por determinadas alternativas en particular y generando mecanismos de autocontrol y tecnologías que incrementen nuestro compromiso con un plan de acción.

Si incorporamos estos desarrollos en los planes de prevención del ministerio de Salud, en las campañas que buscan modificar nuestras conductas y generar cambios saludables y en la capacitación de los médicos para que trabajen más enfocados en la mente de los pacientes y menos en el formulario de prescripción, estaremos salvando vidas y ahorrando además muchos recursos económicos que se pierden cada vez que alguien se enferma o acaba en una sala de internación.

Fuente: ELDIA.COM