En el segundo semestre del año pasado, según el IPC de la Ciudad de Buenos Aires, los precios, que habían volado en los seis meses anteriores, empezaron a desacelerarse de manera dramática; de una inflación del 29,2% entre diciembre del 2015 y junio del 2016, se redujo a solo 9,1 en el resto del 2016.

Envalentonado con este resultado, el Banco Central empezó a bajar las tasas de interés y comprometió una meta de inflación del 17% para este año. Así, las LEBACS que pagaban 31,5% para fines de junio, bajaron a 22,75% para febrero del 2017.

En los tres meses siguientes los precios se aceleraron y el propio presidente de la entidad monetaria se hizo responsable de esa suba diciendo que tal vez se había apurado a bajar las tasas.

 

NO TODO AUMENTO ES INFLACIÓN

Puede que para el bolsillo de los consumidores esta afirmación no tenga mucho sentido, pero los economistas distinguimos entre la inflación núcleo, el aumento de los precios regulados y la suba de los precios estacionales, porque se trata de tres fenómenos que, aunque erosionan la capacidad adquisitiva del dinero en forma parecida, son causados por tres razones diferentes.

Los precios estacionales suben, como su nombre lo indica, de acuerdo a la temporada y luego, pasado el ciclo ascendente, vuelven a bajar; por ejemplo, los alquileres en Mar del Plata son más caros en enero que en mayo, pero a nadie se le ocurriría decir que en la Feliz baja la inflación en el invierno.

Con los precios regulados opera también una lógica particular, porque dependen de la voluntad de las autoridades de turno o de cronogramas de actualización establecidos de manera discrecional. En el primer semestre del año pasado estos precios, que básicamente corresponden a tarifas de servicios públicos, subieron 83% en CABA, mientras que en la segunda mitad del 2016 solo se movieron 2%. Mirar los regulados nos llevaría a concluir que prácticamente hubo una hiper inflación en la primera mitad del año y que en el segundo semestre fuimos Australia.

 

OFERTA Y DEMANDA

Técnicamente cuando en Economía se habla de inflación, se refiere al aumento generalizado y sostenido de los precios, que tiene que ver con el funcionamiento de la oferta y la demanda. Por esta razón nos concentramos en ver lo que ocurre con la inflación núcleo, porque ella refleja el proceso de formación de precios que no es estacional y que no depende del capricho de la autoridad que regula la energía y el transporte.

La inflación núcleo había sido 22% entre la asunción de las nuevas autoridades y el momento en que promediaba su primer año de gestión, reduciéndose al 10,7% en la segunda parte del 2016. Sin embargo, en el primer semestre del corriente se aceleró al 12%.

 

LOS PROBLEMAS DE IDENTIFICACIÓN

No es fácil determinar que parte de la complicación en la inflación núcleo que observamos en los primeros tres meses del año obedece a haber relajado demasiado temprano la política monetaria y que cuota de responsabilidad le toca a la onda expansiva del ajuste de tarifas, porque es evidente que aunque la suba de precios regulados depende de una decisión arbitraria de los funcionarios, su efecto repercute en los costos de producción y, dependiendo de la mayor o menor facilidad de los consumidores para esquivar los aumentos huyendo a bienes sustitutos (léase apertura comercial), se trasladará a los precios del núcleo de la economía. Luego si hay dinero para convalidarlo esas subas se cristalizarán y en caso contrario frenarán a la economía hasta que el proceso de reajuste de precios acabe.

 

LA GRAN APUESTA

Como quiera que sea, es innegable el efecto de la política monetaria y allí reside la gran apuesta del banco central.

Con la inflación de agosto entre 1,4% y 1,6%, el mantenimiento de las altas tasas de interés por parte del BCRA opera más fuertemente contribuyendo a frenar los precios. La cantidad de dinero de la economía también desacelera su expansión y el contexto de demanda creciente por moneda local refuerza la fortaleza del peso, ayudando a bajar la inflación.

Es importante entender que la mayor cantidad de billetes producto de la emisión, puede no trasladarse a los precios cuando tiene como contrapartida una mayor demanda; ya sea por motivos transaccionales vinculados a una actividad económica más robusta, como por razones especulativas asociadas a que la alternativa de mantener los ahorros en dólares luce menos atractiva cuando el precio de la divisa se pincha, como ocurrió luego de que el resultado de las PASO convenciera al mercado, que las posibilidades de que se reviertan las actuales políticas económicas eran más reducidas de lo que se pensaba, cuando las principales encuestadoras le asignaban a Cristina una amplia diferencia, que a la postre no se materializó.

Entonces, como la mayor demanda de dinero por parte del público refuerza el carácter contractivo de la política monetaria y como Sturzenegger se curó en vida a fines del año pasado con su propio error, es probable que esta vez insista en su política de altas tasas en busca de que la inflación sea menor al 1% mensual en diciembre y enero.

Si lo logra, el Gobierno promoverá paritarias del 12% para 2018, con la garantía de una cláusula gatillo que resguarde a los trabajadores si la ambiciosa meta que tiene como tope justamente ese 12%, no llegara a cumplirse en la realidad.

fuente: ELDIA.com