Esta es una historia que ya conté en muchas oportunidades, pero que en Argentina se repite cada vez que una vaca aparece en el campo visual, porque como reza el dicho, el que se quema con leche…

Durante muchos años el precio del dólar fue fijado, algunas veces por Ley, otras por la decisión política del presidente de turno, de suerte tal que su cotización no guardaba relación con los determinantes fundamentales de la oferta y demanda de divisas.

En estos casos, lo habitual era que la moneda externa se mantuviera estable o con micro devaluaciones, casi siempre por debajo de la inflación, hasta que los dólares se acababan y sobrevenía una fuerte devaluación. El proceso podía ser más o menos duradero, según los precios internacionales y/o los procesos de endeudamiento produjeran suficientes dólares, o la anemia de la actividad económica relajara la demanda por el lado de mayores importaciones.

El Economista Claudio Zuchovicky agrega a este panorama la variable política. Como la demanda de cualquier moneda, la de dólares no tiene solo fines transaccionales, sino que la gente además utiliza el dinero como depósito de su riqueza, como reserva de valor. Por supuesto, la competencia es grande; los bonos, las acciones y las propiedades, son tres de las alternativas que se disputan el destino de los fondos que no se desea consumir en cada momento del tiempo. Resulta lógico entonces que cuando cae la confianza en el gobierno cambie la composición del portafolio en el que se invierte el patrimonio de personas físicas y jurídicas. Si se espera que el próximo gobierno promueva las inversiones, baje impuestos, combata la inflación y facilite el comercio, pues es más probable que quienes tienen activos elijan convertirlos a la moneda local, mientras que, si se aguarda más emisión monetaria, más controles y menos oportunidades de ganar dinero, la fuga al dólar será inexorable y el shock de demanda se reflejará en los precios. Llegado el nuevo gobierno, los agentes re evaluarán hasta qué punto cumple con las expectativas; si las medias están en sintonía con lo esperado, mantendrán la distribución de sus fichas, pero en la eventualidad de que haya sorpresas habrá cambios en la demanda de moneda local y sus alternativas.

Con este panorama a la vista la explicación es simple; el dólar subió en los últimos 15 días por una combinación de dos factores:

1) La Argentina fue bochada por Morgan Stanley, que le negó al país el ascenso a “emergente” condenándolo a permanecer al menos por un año más en la categoría de “fronterizo”

2) La confirmación de Cristina Kirchner como candidata aumento la percepción de reversibilidad de las políticas actuales.

 

FACTORES PSICOLOGICOS

Pero agreguemos a las hipótesis previas una idea más. Las investigaciones de la psicología cognitiva nos enseñan que la gente forma expectativas de corto plazo buscando patrones hacia atrás y proyectándolos hacia delante. Si así fuera, basta con una sucesión aleatoria de pocos días de subas (o bajas) en una cotización para que la gente se convenza de que existe una tendencia subyacente en el activo en cuestión. Este sesgo comportamental ocurre incluso en los eventos completamente fortuitos. La mirada sospechosa del jugador al croupier cuando la ruleta hace gala de su falta de memoria y arroja una racha de varios colorados al hilo, es evidencia. Lo mismo sucede con la proliferación de los mitos que postulan que aquel que tira la bola en el casino puede colocarla en el cuadrante del cilindro que se le plazca.

El problema es que, en los mercados, si mucha gente se convence de que ocurrirá una suba (o una baja) y actúan en consecuencia comprando (o vendiendo), puede producirse un fenómeno de profecía auto cumplida, que le da forma a una burbuja especulativa, porque la confianza en la capacidad de pronóstico se ve reforzada por la suba (o baja) que provoca la ola de compras (o ventas).

Por esta razón resulta fundamental que la autoridad monetaria le agregue volatilidad a la serie de precios, comprando y vendiendo al azar.

 

¿Y AHORA QUE?

En la medida que los factores fundamentales y las expectativas políticas que empujaron la suba, dejan de ser una novedad, no hay combustible para que los aumentos continúen. Desde un punto de vista racional, todo lo que ocurrió en el pasado ya está incorporado en el precio actual y solo una sorpresa que vaya en contra de las previsiones puede generar cambios ulteriores. En castellano, solo si se modifica alguno de los determinantes de la oferta o la demanda de divisas, incluidas las expectativas, se alterará su precio, pero el hecho de que haya subido un peso en los últimos quince días no nos da ninguna información sobre lo que puede ocurrir la semana próxima.

Sin embargo, si la mayor cercanía a las elecciones aumenta la incertidumbre y disminuye la confianza en los pronósticos sobre el futuro de la economía, deteriorando el clima de negocios, es posible que veamos una nueva ola compradora y lo contrario ocurrirá si los indicadores económicos y las encuestas coquetean con el gobierno.

Será clave entonces la velocidad de respuesta del Banco Central para evitar que se forme una racha de subas que arme otra burbuja.

fuente: EL DÍA.com