La demanda agregada de la economía, que en el corto plazo es la que determina el nivel de ocupación, depende de cuatro locomotoras; el consumo, la inversión, el gasto público y el sector externo.

El sector externo, como resultado de la combinación de la salida del cepo y la devaluación, achicó el déficit del primer trimestre del año pasado, empujando ligeramente la demanda. Crecieron tanto las exportaciones, como las importaciones, pero las ventas al exterior lo hicieron el doble (20%) que las compras afuera (10%). La devaluación, se sabe, tiene un impacto más inmediato sobre las importaciones mientras que su efecto sobre las exportaciones es de más largo plazo. En este caso particular la remoción del cepo compensó el mayor precio de los bienes importados y por eso asistimos a una suba en el volumen de las compras afuera.

Las inversiones, que siempre han sido el componente más volátil de la demanda, estaban esperando un cambio en lo que Keynes denominaba el “clima de negocios”, que claramente está mucho más despejado luego de la salida del defalut, pero que quedará más claro cuando baje la inflación, y se resuelva el tema del INDEC, que, junto con la solvencia de las metas fiscales, son las variables que hoy aportan incertidumbre radical al sistema.

El gasto público base caja (lo efectivamente pagado) crece al 31,3% interanual, lo que indica que el sector publico lejos de contraerse, empujará también, porque los ingresos fiscales crecen al 29,2% contra similar período del año pasado.

La pegunta del millón es que ocurrirá con el consumo. Si miramos los datos de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) las ventas minoristas cayeron 4,8% en el primer cuatrimestre del 2016, aunque de manera curiosa suben mucho las ventas de autos y de propiedades.

EL EFECTO CHAU CEPO

Para entender lo que está pasando en estos rubros tan importantes, no solo por su peso específico, sino porque son consumos aspiracionales, que normalmente se asocian a un mayor bienestar, es preciso entender que el cepo limitaba mucho la posibilidad de comprar propiedades, puesto que nadie conseguía los dólares para las operaciones, al tiempo que las empresas automotrices no contaban con divisas para importar autopartes y no podían por tanto fabricar vehículos, ni mucho menos importarlos.

Un cliente de una conocida concesionaria de Buenos Aires me decía el año pasado, cuando las ventas no podían recuperarse del 35% que se habían desplomado en 2014, que el problema no era que no hubiera demanda, sino que, a pesar de los pedidos, no tenían autos para ofrecerle a los clientes.

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Removido el cepo, las escrituras celebradas por el Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires subieron un 13,8% en el primer trimestre y números similares se manejan en el interior del país. Los patentamientos de autos, por su parte, también escalaron casi un 14% en abril y acumulan un 4,9% en el primer trimestre.

PRECIOS NUEVOS (MUY ALTOS) Y SALARIOS VIEJOS

Más allá de los casos particulares de autos y casas, el resto del consumo cae porque producto de la alta inflación con salarios que están congelados desde mediados del año pasado, la capacidad de compra del bolsillo se encuentre fuertemente resentida. Las paritarias 2015 cerraron con una expectativa de inflación del 2% mensual y desde diciembre hay prácticamente el doble. Sumando además el shock de las tarifas, hoy los salarios están un 10% por debajo de lo que los consumidores esperaban. Eso es lo que explica la contracción en el consumo

Sin embargo, la mayoría de las paritarias se están cerrando por encima del 30% y en muchos casos retroactivo a marzo, con lo que el sueldo de junio traerá alegrías por partida doble; será más alto y además tendrá una especie de “aguinaldo” por la suma de los aumentos de los meses anteriores. Como julio también vendrá con el tradicional sueldo anual complementario, los consumidores harán pie a mitad de año y entonces a partir de agosto la actitud hacia las compras dependerá de las expectativas de inflación en la segunda parte del 2016, porque todos saben que los aumentos del primer semestre ya ocurrieron y nada se puede hacer con ellos, al tiempo que recién los gremios se sentarán a negociar las próximas paritarias, en marzo del 2017.

Por eso el gobierno se juega la vida en su éxito para bajar la inflación fuertemente en el segundo semestre del año. Si como planteó el Presidente del Banco Central en su reciente Informe Monetario, el aumento de los precios se acomoda en sintonía con lo que espera el mercado financiero, en torno al 1,5% mensual para septiembre, puede que la inflación sea menor a la esperada por los consumidores para lo que resta del año, lo cual empujaría fuertemente el consumo, permitiría reestablecer el clima de negocios y catapultaría la recuperación de la inversión.

Pero si la inflación no baja, no habrá recuperación del consumo y será difícil que despegue la inversión, con lo que la reactivación podría demorarse hasta bien entrado el 2017, cuando los efectos de la política monetaria sean más fuertes, los precios finalmente frenen y entren las nuevas paritarias al bolsillo de los trabajadores.

fuente

zzzeldia