Entre las primeras declaraciones del flamante Ministro de Economía, Nicolás Dujovne resaltó su preocupación por la enorme carga tributaria que en muchos casos distorsiona el funcionamiento de la economía, trabando el crecimiento y el empleo.
Si la gente fuera indiferente a los impuestos, toda política tributaria sería simplemente una forma de redistribuir ingresos. El funcionamiento del Estado cuesta plata y en ese escenario cualquier imposición sería para los contribuyentes, equivalente a un bolsillo roto que pierde dinero, sin que pueda reducirse la sangría de ningún modo ni con ninguna medida.
Pero en la realidad, a la mayoría de las personas no les gusta pagar y por lo tanto hacen todo lo que está a su alcance para esquivar la carga del tributo, trasladándosela a otro, en la medida de lo factible. Por ejemplo, el empresario que puede, aumenta los precios, y el que tiene clientes más quisquillosos, les paga menos a sus empleados, al dueño del local, o alguno de sus proveedores.
LAS ALTERNATIVAS
Esto es particularmente claro en el mercado de trabajo, donde el empleador que se enfrenta a un aumento en los aportes patronales tiene tres alternativas; le endosa el aumento a su personal, se lo traslada a los consumidores aumentando el precio del producto que fabrica, o pone la plata de su bolsillo, reduciendo el margen de ganancia.
Si el laburante no tiene otra opción de empleo, necesita mucho el dinero y no tiene un gremio que lo defienda, probablemente será el que termine pagando los platos rotos, incluso cuando el impuesto no haya sido pensado para él. En cambio, si los trabajadores no aceptan seguir ofreciendo sus servicios por menos dinero, al empresario no le quedará otra alternativa que procurar trasladar la carga subiendo el precio de lo que vende, lo cual va a depender de cuan necesario es el producto que fabrica para los consumidores y con qué facilidad puede ser sustituido en el mercado; si es un vendedor de insulina (insustituible) con seguridad acabará pagando el paciente, pero si lo que fabrica es un helado de chocolate (que puede ser fácilmente reemplazado por otra cosa), probablemente le va a costar un poco más convencer a los consumidores de aceptar el aumento.
Solo cuando no pueda enchufarle el tributo a los trabajadores, pagándoles menos, ni tampoco logre aumentar el precio del producto que fabrica, analizará la opción de pagarlo él, aceptando ganar menos. Pero incluso en este caso tampoco es seguro que el fisco logre sacarle algo de dinero al empresario, puesto que este siempre tiene la posibilidad de cerrar su negocio y dedicarse a otra cosa.
CARGA TRIBUTARIA
Según un reciente informe de la OCDE, Argentina es el país con mayor carga tributaria sobre los salarios de toda Latinoamérica y la verdad que no parece que la tasa marginal de ganancia empresaria sea más baja aquí que en resto de la región, al mismo tiempo que los salarios en dólares tampoco son bajos. Evidentemente la carga tributaria se ha trasladado, en parte al precio de los bienes y en parte a la informalidad y el desempleo.
¿Que pasa si bajan los impuestos?
Pero tampoco es fácil la salida, porque cualquier reducción impositiva en materia laboral choca contra el hecho de que esos impuestos representan el 25% de los recursos tributarios del Gobierno Nacional, e incluso hay mucho debate respecto del impacto que efectivamente podría tener una medida de este tipo.
En un estudio de Guillermo Cruces, Sebastián Galiani y Susana Kidyba, los autores encuentran que en Argentina los cambios en los impuestos al trabajo solo se han trasladado parcialmente a los salarios y no tienen un impacto estadísticamente significativo en materia de empleo. Concretamente, los investigadores calcularon que por cada 1% que cambiaban los aportes laborales, el impacto en salarios oscilaba entre 0,4% y 0,9% .
Este resultado es particularmente interesante porque los datos son de nuestro país y porque Sebastián Galiani es el nuevo Secretario de Política Económica del Ministerio que ahora conduce Nicolás Dujovne.
La razón por la cual no parece haber un impacto en materia de empleo es que en parte los gremios garantizan el traslado a salarios de buena parte de las reducciones de impuestos, al tiempo que bloquean los ajustes hacia la baja en las remuneraciones, cuando los impuestos suben.
Adicionalmente, como indican estos Economistas, citando el antecedente de las investigaciones de Jonathan Gruber y Alan Krueger, los trabajadores modifican sus decisiones laborales ofreciendo más empleo cuando aumentan las prestaciones sociales asociadas al trabajo, del mismo modo que reducen su oferta de tiempo para el trabajo cuando asocian los recortes impositivos a una menor cantidad o calidad de beneficios, como la jubilación o la obra social. Con ese comportamiento compensan la suba en la demanda de empleo por parte de los empresarios cuando caen las cargas impositivas.
En síntesis y si los resultados de estas investigaciones se pueden generalizar para el caso que nos ocupa, es probable que los trabajadores agremiados capten una parte de la baja de impuestos laborales, en la forma de mayores salarios, yendo la otra parte al bolsillo de los empresarios o, si se abre la competencia internacional, a menores precios. Si lo que se busca es incentivar el empleo, la clave estará en el diseño de los cambios impositivos que deberían discriminar en favor de los empleados nuevos.
fuente: EL DIA
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.