En todo el mundo, si alguien tiene urgencia en consumir algo para lo que no cuenta con dinero, existen empresas (bancos) que pueden prestarle la plata para que adelante sus compras, cobrándole un interés por el servicio. Lo que ocurre es que, en Argentina, producto de la demagogia del Gobierno anterior, se le hizo creer a buena parte de la ciudadanía que podían consumir sin disponer de recursos y sin pagar por el préstamo. Esta versión moderna de los Reyes Magos, generó una poderosa ilusión financiera por la que muchos pensaron que efectivamente las famosas 12 cuotas eran gratis.

En condiciones normales, el consumidor tiene la alternativa de ahorrar mes a mes hasta contar con el dinero necesario para adquirir un televisor, por ejemplo, o adelantar el consumo pidiendo la plata prestada a un banco o una tarjeta y ahorrar luego para pagar las cuotas. La capacidad de ahorro necesaria en el primer caso es obviamente más baja que en el segundo, porque las cuotas vienen con interés.

Los Reyes son los padres

Lo que sucedió en la práctica es que los comercios sí tenían un costo financiero, de manera que, simplificando el ejemplo, cuando vendían un electro a 10.000 pesos, la tarjeta solo les transfería 8.000. El que salía perdiendo era el que pagaba contado, porque a ese también le cobraban 10.000, aun cuando no había ningún costo financiero en ese caso y el comerciante embolsaba los 10.000 limpios. El costo financiero nunca fue cero.

¿Qué debería pasar ahora?

Obligados a blanquear esa situación, los vendedores tendrán inicialmente tres respuestas posibles. Algunos mantendrán el contado de nuestro ejemplo a $ 10.000 y cargarán todos los intereses a las cuotas, ofreciendo 12 pagos de 1.000. Otros bajarán el contado a $ 8.000 y mantendrán las cuotas a $ 10.000. Por último, un tercer grupo optará por una solución intermedia, bajando el contado, digamos a $ 9.000 y subiendo el precio financiado a $ 11.000.

Luego, en este juego de formación de precios, moverán los consumidores. Puesto que nadie compra una heladera como si fuera un alfajor, los compradores potenciales compararán las ofertas por Internet o caminando, como recomendaba Lita de Lazzari, de suerte tal que se impondrán en el mercado los que ofrezcan en cada caso las opciones más baratas.

El proceso final puede durar un tiempo. El que se pasó de vivo y cargó todo a las cuotas venderá muy poco y el que descontó todo al precio de contado probablemente lo suba un poco al recibir la avalancha de compradores de la competencia. La lógica indica que el sistema convergerá a una solución intermedia, con el contado un poco más barato y las cuotas un poco más caras.

Supongamos por último que todas las cadenas se ponen de acuerdo y no hay competencia. Mucha gente cree que en este caso mantendrían el precio contado y subirían las cuotas, pero eso sería equivalente a una suba del precio promedio y atentaría contra el propio interés de los empresarios. Es obvio que el comerciante quiere ganar dinero y que si pudiera nos cobraría 100.000 pesos una plancha. Pero si así lo hiciera nadie compraría. Se supone que el precio que cobraban hasta la semana pasada ya era el máximo que podían cobrar, el que más les convenía. Pensar la posibilidad del aumento hoy implica reconocer que hasta ayer se estaban perdiendo de ganar más dinero, o que ahora son tan estúpidos como para sacrificar parte de sus ganancias soportando menores ventas.

fuente: CLARIN