«Un modelo con 25% de inflación no es sostenible», sostiene Martín Tetaz. «Rompe el sistema productivo, destruye el crédito y genera corrupción». El economista radical presentó esta semana BAmos, un «laboratorio de ideas para mejorar la Ciudad de Buenos Aires con propuestas concretas». «Un espacio abierto, plural y con vocación transformadora, lejos de los extremos y enfocado en mejorar la Ciudad con una mirada de futuro», detalla.

En esta entrevista con El Economista, el diputado nacional asegura que los trabajadores registrados «están recuperando el nivel de ingresos de noviembre de 2023, pero los empleados del sector público están quince puntos por debajo y con perspectivas de seguir perdiendo». Y advierte: «Si se observan los datos de consumo masivo, la caída es evidente». También analiza el rol del crédito y su impacto desigual en la recuperación: «Los bienes durables, como motos y electrodomésticos, se venden más, pero los trabajadores informales, que no tienen acceso al financiamiento, quedan fuera de este esquema».

Asimismo, Tetaz apunta contra la estrategia de Santiago Caputo: «Milei dice que va a poner el último clavo en el cajón del kirchnerismo, pero da la sensación de que su objetivo es otro: ponerle el clavo al cajón del PRO primero».

Dólar, crédito, inflación, salarios y el futuro de la Ciudad de Buenos Aires. ¿Cuánto puede crecer la economía sin un Banco Central independiente? ¿El dólar puede llegar a bajar si el gobierno sale del cepo? ¿El escándalo cripto le va a costar votos a Milei en la Ciudad?

—Se proyecta que la inflación va a seguir bajando en 2025. ¿Qué factores pueden acelerar o frenar ese proceso? ¿Es sostenible una inflación del 25-30 % anual sin generar otros desequilibrios?

Una inflación del 25% anual no es sostenible, rompe todo el sistema productivo porque desestructura el sistema de precios. Y con un sistema de precios que no funciona, también se rompe el crédito, porque no hay sistema crediticio que pueda operar con una inflación del 25%. Además, arruina las decisiones de producción y genera corrupción.

Un 25% de inflación es un nivel intolerable para cualquier país del mundo. Lo que sucede es que venimos del 200%, entonces, en comparación, nos puede parecer que la inflación es más baja. Es como cuando la semana pasada hacía 37 grados y hoy hace 32: no está fresco, pero en la comparación parece que sí.

La inflación tiene que seguir bajando. Mientras el gobierno mantenga el equilibrio fiscal, no emita para financiar el déficit y tenga el dólar controlado con una regla que lo ajusta solo 1% mensual, eso va a planchar la inflación y la va a acercar a 1,3% aproximadamente. Entonces, de a poco, va a seguir bajando hasta ese nivel, quizás a 1,5% mensual.

Eso va a ocurrir, y lo único que podría alterarlo sería que el gobierno no pueda sostener el esquema cambiario. Nadie cree que esto vaya a pasar antes de las elecciones. Lo más probable es que después de las elecciones el gobierno ordene una salida del cepo y que, en esa salida, el tipo de cambio, en vez de buscar el dólar más bajo, vaya a buscar el de más arriba. Hoy, eso sería un dólar de $1.200 aproximadamente.

—¿Qué condiciones debería cumplir el gobierno antes de levantar el cepo sin que eso dispare una devaluación descontrolada?

—El gobierno va a ir hacia un régimen de flotación. Cuando se adopta un régimen de flotación, se deja que el precio refleje la información real sobre lo que está pasando en la economía y, al hacerlo, modifica las decisiones de quienes producen bienes.

Si hay un déficit de cuenta corriente de US$ 15.000 millones, significa que a la Argentina le faltan US$ 15.000 millones, que el país gasta US$ 15.000 millones más de los que genera. Así que, hay un precio que debería resolver eso. ¿Cuál es ese precio? El tipo de cambio real.

¿Alguien puede garantizar que si Milei levanta el cepo el tipo de cambio real seguirá en $1.000? No, eso no se puede garantizar. Es probable que haya una devaluación cuando se salga del cepo, pero el objetivo no es devaluar.

Eventualmente, si mañana empiezan a llegar inversiones a la Argentina, como espera el presidente, y al mismo tiempo se implementan las reformas que el país necesita en materia laboral, impositiva e infraestructura, quizás un tipo de cambio de $1.200 sea carísimo. También podría suceder que, al liberar el dólar, la divisa baje, como algunos piensan, y llegue a $800. Eso es posible si la economía se vuelve más competitiva.

El tipo de cambio no se puede elegir. Ese es el problema: hoy estamos muy caros en dólares, y eso se tiene que corregir de alguna manera, salvo que alguien nos financie y nos dé los dólares necesarios. En ese caso, no habría problema. Si el gobierno sale del cepo y eso acelera la llegada de inversiones, no va a tener que devaluar. Incluso podría pasar que, en lugar de subir, el dólar baje.

—¿Pueden escándalos como el de Libra afectar la baja de la inflación?

—Sí, porque pueden afectar la demanda de dinero y la confianza en el presidente. En un esquema donde el presidente se ata a la suerte del Banco Central y lo interviene en lugar de dejarlo independiente, después se le va a complicar. Si el presidente no tuviera nada que ver con el Banco Central, la respuesta sería no.

En Chile ganó un comunista y no hubo problemas con la inflación. En Brasil, ganó un dirigente de izquierda vinculado a sectores gremiales, y en el último mes la inflación fue del 0,16%. Si el Banco Central es independiente, la política no influye y los errores del gobierno no generan impacto en la economía.

Cuando el Banco Central no es independiente, la moneda es Milei. La confianza en la moneda es la confianza en Milei. Por lo tanto, si la confianza en Milei se ve afectada, la confianza en la moneda también.

Obviamente, eso puede impactar en la demanda de dinero. Ahora hay que ver si el gobierno logra salir de esta situación con éxito y recompone su credibilidad.

—Los salarios han comenzado a recuperarse, pero aún hay sectores rezagados. ¿El consumo puede convertirse en un motor de crecimiento sin comprometer la desinflación?

—El crecimiento de la economía no genera inflación. El crecimiento solo puede generar inflación si el gobierno supera el nivel de pleno empleo, presiona el mercado de trabajo y los salarios se recalientan, lo que podría derivar en inflación. Si un país quiere crecer por encima de su capacidad de producción, naturalmente la economía va a ser inflacionaria. Pero en Argentina, la mitad de los sectores industriales están operando por debajo del 50% de su capacidad, por lo que hay margen para crecer sin presionar sobre los precios.

De los cuatro componentes de la demanda agregada que pueden impulsar el crecimiento —el consumo, la inversión, el gasto y las exportaciones—, el único que puede traccionar en este momento es el consumo.

El gasto, claramente, no lo hará porque el gobierno decidió restringirlo. La inversión recién va a empezar a repuntar el año que viene, cuando la salida del cepo sea más clara. Las exportaciones este año tampoco van a empujar demasiado porque la cosecha no va a ser particularmente buena y los precios internacionales son bajos.

El único motor que queda es el consumo. ¿Y de qué depende? De dos variables: los salarios y el crédito. En cuanto a los salarios, hay una gran heterogeneidad. Los trabajadores registrados están recuperando el nivel de ingresos de noviembre de 2023, que era bajo tras la crisis de ese año, pero aún así están mejorando. En cambio, los empleados del sector público están 15 puntos por debajo de ese nivel y con perspectivas de seguir perdiendo.

Dentro del grupo de trabajadores formales registrados que han recuperado el nivel de noviembre de 2023, hay 30% de ingresos altos, como empleados del sector tecnológico, petrolero, bancario o aceitero. Este segmento ya había sufrido el ajuste tarifario en los últimos meses del gobierno de Massa, por lo que ahora no está recibiendo aumentos en las tarifas, o los incrementos son menores. Para ellos, la recuperación del salario real en estos meses ha sido más notoria.

En cambio, el 30% que se encuentra en el medio es el que está recibiendo tarifazos, y esto seguirá así. Según el cálculo del gobierno, este año las tarifas para ese sector deberían aumentar 40% en términos reales. Para estas personas, cualquier mejora salarial que les permita recuperar un poco de poder adquisitivo se ve contrarrestada por el aumento de tarifas, lo que les deja muy poco margen para consumir.

Así, la recuperación del salario real es heterogénea en términos de capacidad de consumo. Lo que queda como alternativa es el crédito.

El crédito tiene la particularidad de financiar bienes durables, no alimentos. En una recuperación tradicional del consumo, si se observa el comportamiento en grandes cadenas de supermercados en otras crisis, al salir de la recesión de 2003, por ejemplo, lo primero que aumentaba era la venta de alimentos.

Hacia 2004 y 2005, cuando el consumo se consolidaba, el crecimiento se trasladaba a la compra de electrodomésticos. Ahora, en cambio, el consumo está siendo impulsado por el crédito, lo que genera una recuperación en los bienes durables antes que en el consumo masivo.

Si se observan los datos de consumo masivo, la caída es evidente. Empresas como Quilmes o McDonald’s venden 20% menos que el año pasado. Las ventas en supermercados han caído 12% en comparación con el mismo período de 2023.

Sin embargo, en el sector de bienes durables, la situación es distinta. La venta de motos alcanzó un récord respecto al año pasado, lo mismo que los autos y los electrodomésticos. Es decir, el patrón de recuperación también es heterogéneo, porque está impulsado esencialmente por el crédito, que además solo llega a los trabajadores formales. Los trabajadores informales, que no tienen acceso al financiamiento, quedan fuera de este esquema.

—Se espera que la economía crezca este año, con sectores como la energía, la minería, el campo y los servicios basados en el conocimiento como principales impulsores. ¿Qué medidas podrían facilitar un crecimiento sostenido en lugar de un repunte cíclico?

—La primera medida que tiene que tomar el gobierno es salir del cepo e ir hacia un Banco Central independiente, porque es la única forma de que la estabilidad no dependa de quién gane la elección. Si Milei sigue siendo el garante de la estabilidad y no hay un presupuesto votado por el Congreso que sea equilibrado, ni un Banco Central independiente, la sensación en el mercado y en la gente va a ser que, si vuelven a ganar los kirchneristas, todo se va al carajo.

Y el gobierno juega con eso, dobla la apuesta. Dice: «Miren que somos nosotros o todo se va al carajo. Esta estabilidad no la garantiza el Congreso porque no hay un presupuesto equilibrado, no la garantiza el Banco Central, la garantizo yo». Esto, lógicamente, no genera un patrón de crecimiento estable. Nadie va a hacer una inversión que madure en cinco o diez años si no sabe quién va a ser el presidente.

Para que esta estabilidad sea sostenible, lo mejor que puede pasar es sostener el equilibrio presupuestario. Eso requiere el apoyo de toda la oposición constructiva, votándolo en un presupuesto del Congreso, para que no dependa del presidente, sino del consenso de la mayoría. Al mismo tiempo, hace falta un Banco Central completamente independiente, a prueba de cualquiera que quiera volver a emitir en Argentina.

Esas dos instituciones son el punto de partida. Después habrá que encarar las reformas que el país necesita para que el crecimiento sea sostenible y para insertarse en el mundo. ¿Se puede competir globalmente con el esquema gremial actual, con sindicatos corruptos que se quedan con un porcentaje del salario del trabajador para financiar su estructura? Obviamente no. ¿Se puede competir con este esquema de regulaciones laborales? Tampoco. ¿Con un sistema impositivo que castiga la producción y cobra impuestos a las exportaciones? Mucho menos.

Todas las reformas estructurales que Argentina necesita están por delante. Lo único que logró este gobierno hasta ahora es el equilibrio fiscal, que no es poca cosa y representa casi el 50% del problema en términos cuantitativos, pero sigue siendo solo una parte del problema. Además, está el proceso de desregulación que lleva adelante Sturzenegger, que va en la dirección correcta, aunque muchos sienten que en algunas áreas, como la laboral y la gremial, no se está profundizando lo suficiente.

—¿Es viable un gobierno con una agenda progresista en lo social y económico que, a la vez, tenga un Banco Central independiente?

—Los gobiernos progresistas del mundo avanzan en sus agendas con un Banco Central independiente. No hay ningún modelo en el mundo que haya logrado reducir la pobreza y la desigualdad, aumentar las oportunidades y hacer crecer la economía sin un Banco Central independiente. Ese modelo no existe en ningún país, porque la recuperación de la actividad económica, la estabilidad y la reducción de la desigualdad lo único que le exigen a la moneda es que sea estable.

—Mencionaste en un reportaje con Jorge Fontevecchia que la imagen de Milei quedó afectada porque perdió el blindaje que tenía como economista infalible. De cara a las elecciones de 2025, ¿qué efecto creés que puede tener este golpe en su credibilidad sobre su capacidad de gestión económica?

—Las decisiones de Milei en política económica eran casi indiscutidas. De hecho, cualquiera que intentara cuestionarlas, ya fuera propio o ajeno, era atacado y descalificado con insultos. Pero ahora el presidente perdió ese blindaje frente a las críticas, especialmente en algunas medidas económicas y en su política internacional, que generan más cuestionamientos.

Eso no significa que ya haya recibido un golpe letal, pero sí que está más expuesto. Si sigue cometiendo errores, su imagen pública va a sufrir un deterioro inevitable. Pero si corrige rápido, aprende de los errores y deja de actuar con esa pretensión de superioridad moral, no tendría por qué haber grandes consecuencias. De hecho, si la inflación sigue bajando y el dólar se mantiene estable, no hay razones para pensar que el impacto electoral vaya a ser necesariamente negativo.

Menem llegó a la reelección en 1995 con una catarata de escándalos encima. No es que cada escándalo resta automáticamente votos, porque mientras un escándalo perjudica de un lado, la estabilidad económica suma del otro.

Mientras Milei meta más goles de los que tira a la tribuna, no va a tener problemas de acá a las elecciones. El problema es si, en los próximos meses, se ven más errores como el de Libra o más aciertos como la estabilidad fiscal de enero y la baja de la inflación.

—Alguien puede pensar que el porteño, a diferencia de otras partes del país, es más exigente. Por ejemplo, en 1995, la Alianza Frente País Solidario con Bordón y Álvarez sacó más votos que Menem-Ruckauf. En 2007, Carrió obtuvo casi 300.000 votos más que Cristina, pese al crecimiento económico a tasas chinas. Milei sacó alrededor del 19 % en las generales de 2023 y quedó tercero. ¿No creés que el escándalo cripto puede afectarle al gobierno en la Ciudad?

—La Ciudad es el distrito donde más impacto tuvieron varios de los problemas que afectaron al gobierno en el último año. Si se mira el ajuste sobre los jubilados, proporcionalmente, la Ciudad de Buenos Aires es el distrito con más jubilados del país.

Lo mismo pasa con la población universitaria. La Ciudad tiene la mayor concentración de estudiantes del país, así que cualquier ajuste en el presupuesto educativo le pega más fuerte. Si el gobierno tiene que pagar un costo por eso, el lugar donde más se lo van a cobrar es en la Ciudad de Buenos Aires.

Algo similar ocurre con la batalla cultural del presidente contra las minorías sexuales. Ese tipo de posturas no encajan con el electorado porteño, que en general es más liberal en esos temas, respeta las decisiones personales y no quiere que el Estado se meta en la vida privada de la gente ni en cómo cada uno decide formar su familia.

Un ejemplo de esto fue el cierre del organismo que regulaba el cannabis medicinal. Si el gobierno fuera realmente liberal, en lugar de prohibir, debería estar planteando una mayor apertura, no solo para el uso medicinal, sino para todos.

Por eso, cuando el gobierno se corre más hacia lo conservador, en la Ciudad encuentra más resistencia. En el interior, tal vez el bolsillo pesa más a la hora de votar. En la Ciudad, en cambio, estos otros valores tienen más peso.

—¿Cuál creés que debería ser la estrategia de la oposición para fiscalizar lo que ocurrió con el escándalo cripto?

—La mejor regulación en este esquema es, en primer lugar, la educación financiera en las escuelas. Cualquiera que sepa lo que es una MemeCoin no va a entrar a especular, salvo que esté dispuesto a asumir un riesgo enorme. Si alguien decide arriesgarse con conocimiento de causa, no hay problema, pero es clave que entienda dónde se está metiendo.

En cualquier casino hay un cartel en la puerta que avisa que es un casino. Se sabe que las probabilidades están siempre a favor de la banca y que, a la larga, el jugador termina perdiendo. Si alguien entra con un monto de dinero que está dispuesto a perder, se divierte un rato y si gana, mejor. Pero primero tiene que saber cómo funciona el juego. La educación financiera es clave.

En segundo lugar, hay cosas en las que el Estado no debería meterse. Si se avanza hacia una economía competitiva en criptomonedas, pero el presidente favorece a una en particular, esa moneda está compitiendo con ventaja. Eso no es libre competencia ni un modelo capitalista genuino. Para evitar eso, el Estado tiene que garantizar el cumplimiento de las leyes vigentes y no promover ni sugerir inversiones en activos financieros de este tipo.

Después hay otro problema: el acceso de menores. Es el mismo dilema que hubo con la ludopatía y el juego. Si los menores pueden acceder a criptomonedas a través de plataformas y tienen rampas para cargar dinero, ahí hay un problema. Se tiene que regular ese acceso.

—Subiste un video en el que decís que vas a presentar un proyecto para terminar con las estafas piramidales. ¿Qué mecanismos de control proponés para que la ley sea efectiva?

—Ese proyecto lo presentamos el viernes, diez minutos antes del escándalo cripto del presidente. Muchos vieron el video y pensaron que lo habíamos presentado por Milei, pero no fue así. Lo hicimos porque estamos cansados de los cositortos, de los colorados, de esos chantas que andan dando vueltas.

Queremos resolver dos problemas con esta ley. Primero, hoy los fiscales nos dicen que, aunque vean una estafa piramidal en marcha, no pueden actuar hasta que un damnificado se presente a denunciar. Pero cuando la denuncia llega, los estafadores ya vaciaron todo y se fueron a una isla. Para frenar eso, proponemos que los fiscales puedan investigar y frenar estos esquemas apenas se detecte su estructura piramidal, sin necesidad de esperar una denuncia formal. Para eso, cambiamos la naturaleza del delito y lo tipificamos como «delito de peligro», una figura jurídica que permite actuar antes de que se produzca el daño.

En segundo lugar, prohibimos la publicidad de estos esquemas en redes sociales, televisión, espacios deportivos e influencers. No se puede permitir que se promocionen inversiones con rendimientos que no tienen sentido.

Generación Zoe llegó a tener una camiseta de fútbol con su nombre. Si alguien promete 8% mensual en dólares, no hace falta ser un experto para darse cuenta de que eso es o narcotráfico o una estafa.

Respondiste en X a la cuenta @MileiEmperador, que se atribuye a Santiago Caputo, diciendo: «Le pegás más a Macri que a Cristina». ¿Qué quisiste expresar con ese comentario?

—Una de las constantes en la estrategia electoral de Milei en 2023 fue pegarle más a ciertos opositores que al kirchnerismo. Lo medí en su momento y cualquiera puede hacerlo ahora: en plena campaña, tenía el doble de tweets en contra de Horacio Rodríguez Larreta que contra Kicillof o Cristina sumados. Y lo mismo sigue pasando ahora.

Le pega a López Murphy, me pega a mí, ataca más a quienes, en términos de macroeconomía, no pensamos tan distinto a él. Mientras tanto, a Kicillof y a Cristina los trata con mucha más indulgencia.

La estrategia de Santiago Caputo parece ser esta: Milei dice que va a poner el último clavo en el cajón del kirchnerismo, pero después negocia con los kirchneristas y con los sindicalistas, llena su gabinete de gente que viene de ahí, lo pone a Scioli. Da la sensación de que, en realidad, el objetivo es otro: ponerle el clavo al cajón del PRO primero.

Justo ahora aparece este tweet de Santiago Caputo —que todos sabemos que es él— pegándole a Macri de manera indirecta: «Antes no entendía por qué Santi Siri decía tantas pelotudeces, pero cuando vi la foto con Macri, todo cerró».

El nivel de agresividad contra Macri es llamativo. No solo lo critican más que a Cristina, sino que atacan al principal responsable del acuerdo político que permitió que Milei llegara a la presidencia. Es un desagradecimiento enorme.

Si Macri no hubiera hecho el acuerdo de Acassuso, Milei no sería presidente. Si no hubiera respaldado los vetos de Milei en el Congreso, tampoco habría podido sostenerlos. Pegarle sistemáticamente a Macri, después de todo eso, es realmente ingrato.

—»BAmos» se presenta como un espacio de «centro abierto y transformador». ¿Con qué aliados imaginás que puede crecer este proyecto?

—»BAmos» es un espacio raro porque hoy casi no hay construcciones de esta naturaleza. La política tradicional empieza pensando en alianzas entre distintos partidos, pero este espacio no nació así. Si se mira quiénes fueron al evento, había gente de distintos sectores: de Confianza Pública, del espacio de López Murphy, de algunos sectores del radicalismo, independientes. Pero no porque el objetivo sea acumular sellos partidarios.

La clave es otra: ¿se identifica un problema en la Ciudad? Sí. ¿Hay especialistas que se acercan y advierten sobre esos problemas? También. ¿Se tiene una propuesta de solución? Sí. ¿Se puede resumir en cinco minutos? Listo, vení. Armemos un evento y convoquemos gente.

Este fue el primero, pero ya estamos organizando otro. La idea es que quienes tienen algo para aportar, que identifican problemas y pueden plantear soluciones, se sumen con el objetivo de que la Ciudad vuelva a moverse, a generar oportunidades y a ser sostenible, algo que claramente hoy no es.

La Ciudad vive pateando los problemas para afuera: los residuos sanitarios se trasladan a otra parte, ahora quieren llevarse las cárceles afuera. Es fácil hacerse los vivos y decir que la Ciudad es sostenible cuando los delincuentes que genera los exporta y la basura que produce la entierra en la Provincia de Buenos Aires. Pero eso no es sostenibilidad, es engañarse a uno mismo.

La ley de basura cero, que es de 2005, buscaba que la Ciudad dejara de enterrar basura, que encontrara la manera de compostar los residuos orgánicos y reciclar los inorgánicos. Todo eso se perdió y hoy nadie está pensando en cómo recuperarlo.

Lo mismo pasa con el desarrollo urbano y con las brechas en educación y salud entre las distintas comunas. La Ciudad necesita volver a tener un proyecto que reduzca esas desigualdades y que la haga realmente sustentable. Esa es una agenda completamente nueva, que apunta a generar una transformación similar a la que hizo el PRO en 2007.

—»Que la ciudad empiece a moverse de vuelta», decís. ¿No se está moviendo? ¿Cuándo se dejó de mover y por qué?

—La ciudad tuvo grandes transformaciones. Una de las críticas más grandes que le hacían a Horacio era que asfaltaba una calle tres veces en la misma cuadra. Parabas en una esquina y te pasaba una topadora por arriba, o una máquina. Cualquiera que venía a Buenos Aires y no había estado en cuatro o cinco años, no la reconocía. Primero los metrobuses, después el Paseo del Bajo, los pasos bajo nivel, las soluciones ferroviarias en Palermo y en tantos otros barrios de la ciudad, la revolución de los espacios verdes puestos al servicio del deporte y de la ciudadanía, el esquema de ciclovías para cambiar la forma de transporte. La ciudad tenía todos los días una novedad.

Después, se podía putear: uno puteaba la ciclovía, otro cómo ponían los regadores en las plazas. Un día me llamó un vecino para decirme que el regador apuntaba al cemento en lugar de al verde, y tenía razón. Ese era el tipo de problemas que había, porque se hacían cambios.

Ahora, la sensación de los últimos dos años del gobierno de Horacio y de este año que va del gobierno de Jorge Macri es que la ciudad no produce más novedades. No se mueve. La ciudad se estancó.

—Por estos días se lo ve a Horacio Rodríguez Larreta caminar la ciudad. ¿Qué busca con esa estrategia?

—Horacio tiene una ventaja comparativa enorme frente a Jorge y a otros candidatos que están en carrera. Más allá de cualquier crítica que se le pueda hacer, nadie conoce la ciudad como él.

En la radio, cuando estaba en Mitre, venía cada tres o cuatro meses. La gente llamaba al aire, sin filtro, y le preguntaba por cualquier calle o barrio. A veces mencionaban lugares que ni yo sabía dónde estaban, pero Horacio respondía al detalle. «¿Antes o después del puesto de revistas?», preguntaba. Y enseguida explicaba: «Ah, sí, ahí hicimos una obra, la estamos tapando ahora, va a estar así una semana más y después queda listo».

El nivel de conocimiento que tenía sobre la gestión y los problemas de la ciudad era impresionante. Cuando terminaba el programa, nos mirábamos y decíamos: «No puede ser que alguien conozca tanto». Esa es una ventaja enorme que tiene Horacio.

Espero que sepa aprovechar eso y presente una propuesta novedosa para la ciudad, ojalá se sumen todos los que quieran impulsar cambios. Lo que tiene que quedar claro es que hay que ponerse en marcha de nuevo. La ciudad en piloto automático no va más, tiene que volver a transformarse.

—Distintas fuentes indican que la Coalición Cívica va a ir sola en las elecciones porteñas, y que el espacio de Lousteau va a presentarse con Ocaña y el socialismo. ¿A quién vas a acompañar?

—Estamos buscando construir una alternativa con la mirada puesta en 2027. Ese proyecto apunta a generar un cambio importante en la ciudad, y la elección de medio término es solo una parada intermedia en ese camino.

Queremos sumar a todos los que estén dispuestos a trabajar por esa transformación. No le vamos a pedir el documento a nadie, lo único que importa es mirar hacia adelante, sin espejo retrovisor. Si hay gente que quiere cambiar la ciudad y está dispuesta a sumarse, voy a estar con ese espacio.

—Cuando decís «nosotros», ¿te referís al espacio del radicalismo que representás o a BAmos?

—Me refiero a BAmos, al espacio que conformamos. Después, espero que todo el radicalismo acompañe la transformación en la que estamos pensando, al igual que otros partidos políticos. La Coalición Cívica, el espacio de Ricardo López Murphy, el de Graciela Ocaña. Hay mucha gente valiosa en la Ciudad que puede aportar a un proyecto de transformación.

También hay personas que trabajaron en la gestión de Horacio y que hicieron un gran trabajo. Ellos también pueden sumarse. No estamos acotando, estamos expandiendo.

—¿Qué diferencia a BAmos de otros espacios de la Ciudad, como el PRO de Jorge Macri?

—La diferencia central es que en BAmos pensamos en problemas y soluciones. ¿Cuándo se escuchó a Jorge Macri nombrar tres problemas de la Ciudad y plantear tres soluciones? Hace mucho que en la política porteña no hay un verdadero debate sobre qué problemas hay, cuántos son y cómo resolverlos.

El otro día, en los paneles que organizamos, presentamos siete especialistas que no solo señalaron un problema, sino varios. Se abordaron cerca de 20 problemáticas y, para cada una, se planteó una propuesta concreta de solución.

Eso es lo que necesita la Ciudad: gente que, en vez de discutir quién va de segundo diputado y quién de primer senador, empiece a pensar qué problemas hay que resolver y convoque a quienes realmente pueden hacerlo.

Las personas que participaron de los paneles no vienen de la política, no tienen trayectoria partidaria ni son militantes. Son especialistas en sus temas. Y esa es la gente que hay que empezar a escuchar.