Este post tiene que ver con una discusión que teníamos el otro día por twitter con @hernanpablo pero creo que viene bien para poner en blanco sobre negro algunos temas que se vienen debatiendo en los medios y terminar de una vez por todas con una serie de mitos sin base científica, que en la tele es difícil abordar profundamente por razones de tiempos y entonces aparecen una y otra vez

En este artículo me concentraré en la cuestión de la inflación y para el próximo dejaré lo relacionado al dólar y el cepo.

Para empezar, Hernan sugiere en este post que resume su posición y la de un amplio conjunto de pensadores, que la inflación es un fenómeno causado puramente por cambios distributivos. Por si la afirmación no fuera fuerte la extrema aún más cuando dice que “En términos conceptuales, todo precio que se corrige es una respuesta del que pone precio a una distribución del ingreso que no valida.”

Por supuesto que esto no es así, ni siquiera metafóricamente.

En rigor los cambios de precios son la consecuencia de cambios en la oferta, en la demanda, o en la estructura del mercado. No dependen de que un agente económico valide o deje de validar un resultado distributivo. Lo que quiere el empresario es ganar plata y por lo tanto en cada momento del tiempo fijará el precio que le permita obtener el mayor margen de beneficios posible. Si ese precio (junto con tantos otros sobre los que no tiene ningún control) resulta en una distribución que al tipo le gusta o no, es completamente irrelevante, porque el precio no es una expresión de deseos sino de posibilidades.

Es importante notar que este es un resultado que no depende de que estemos hablando de un mercado de competencia perfecta o de un monopolio. Hay una creencia popular (compartida por muchos comunicadores) de que si una persona tiene poder en el mercado porque es el único vendedor, puede aumentar los precios indefinidamente, pero eso es absolutamente incorrecto.

El monopolista cobra el precio más alto que puede cobrar (no el que desearía cobrar) en cada momento del tiempo.

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Es verdad que ese precio es más alto que el que habría en condiciones más competitivas, pero es falso que pueda aumentarlo discrecionalmente, salvo que supongamos que al tipo le gusta perder dinero. La única posibilidad de que un monopolista aumente el precio es que cambien la oferta (costo marginal) o la demanda (que modificará a su turno el ingreso marginal), porque si un monopolista que había elegido correctamente el precio de modo de maximizar sus beneficios, lo cambia sin que hayan cambiado la oferta o la demanda, el nuevo precio ya no será el que maximice las ganancias.

En el único caso en que podría cambiar el precio sin que cambien la demanda o la oferta es o bien si cambia la estructura de mercado (aumenta la concentración), o bien si se trata de un oligopolio en el que cambia la estrategia competitiva de alguno de sus miembros.

Luego Hernan sostiene que “cuanto más redistributiva es la relación recaudación-gasto en bienes y servicios, más se fomenta la demanda agregada (por aquello de que los más pobres consumen cada peso extra que les ingresa) y esto presiona sobre los precios, como respuesta a no validar esa distribución.”
Es más; agrega que “Si el gasto fuera inocuo redistributivamente no generaría inflación, ni siquiera con emisión”

Es cierto que una política fiscal más redistributiva tiene un mayor impacto en la demanda agregada, pero no hay ningún canal teórico, ni pruebas empíricas, que relacione eso con la inflación. La inflación aumentará independientemente de las fuentes de expansión de la demanda agregada, toda vez que la política fiscal choque con restricciones del lado de la oferta, lo que sucede cuando la desocupación (coyuntural) de los factores productivos es muy baja (pleno empleo coyuntural).

Es importante notar, sin embargo, que las restricciones pueden operar en un sector que genere un cuello de botella (energía o infraestructura de transportes, por ejemplo), incluso cuando persistiera un alto desempleo de otros factores productivos.

Es un tremendo error pensar que la política fiscal expansiva no genera inflación en contextos de pleno empleo, y más aún sostener que la financiación con emisión sería neutra. La prueba va por el absurdo; si así fuera ¿porque entonces el Gobierno no aumenta infinitamente el gasto público, hasta que la demanda agregada se expanda tanto, que nuestro PBI sea igual al de Alemania?

Además, es irrelevante si la política distributiva le gusta a las empresas o no. Si el Gobierno, por ejemplo financiara el gasto público 100% con impuestos a las ganancias empresarias, ello no modificaría en absoluto la fijación de precios de las empresas, porque no cambiaría ni la demanda ni la función de costos marginales de las firmas. Si como respuesta a una suba del 10% en el impuesto a las ganancias, una firma decidiera subir los precios, perdería más plata, sea cual fuera la estructura del mercado

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Por último, Hernan tiene una particular visión del proceso de puja distributiva. Dice que “Aumentan los salarios, los empresarios -si pueden- aumentan los precios igual o más que esos aumentos. Cuanto más concentrada sea la empresa, más probabilidades de aumentar precios por encima de los salarios, tal como ellos mismos admiten. Y eso que el promedio de la producción de bienes y servicios, se calcula en la Argentina, no supera un 20% de costos laborales.”

Pero en primer lugar hay que explicar si el aumento de salarios es endógeno o exógeno. Concretamente, ¿por qué aumentaron inicialmente los salarios? ¿Fue por mejoras de productividad o porque el sector en el que están empleados se vio favorecido por un shock de demanda que subió el precio relativo (y por ende el valor del producto marginal) de su producto? ¿O, por el contrario, se trató de un aumento exógeno por decreto, o porque los gremialistas cambiaron sus expectativas sobre la inflación futura y presionan una renegociación?.

Si el aumento es endógeno, no produce ninguna suba de precios por parte de los empresarios. Si es exógeno la película es otra.

En el caso de que los salarios aumenten por decreto, o porque el gobierno emitió dinero sin una demanda concomitante de liquidez, haciendo que los sindicatos se anticipen y negocien paritarias más altas, pues naturalmente ello implicará mayores costos de producción, desplazando negativamente la oferta de las empresas y contrayendo la producción de la industria. El resultado final sobre precios no dependerá del grado de concentración económica sino de la elasticidad de demanda en ese mercado.

En particular, en el caso de que ese proceso ocurra en un mercado monopólico, el aumento de los precios (suponiendo funciones de demanda lineales) será exactamente de la mitad del aumento de los costos.

En todo caso la concentración económica puede acelerar el proceso de ajuste, pero a la larga o a la corta el incremento de costos se traslada ineluctablemente a precios (siempre dependiendo de la elasticidad de la demanda)

Es interesante mencionar que cuanto más abierta sea la economía al comercio internacional, pues más elástica será de la demanda de bienes transables y por lo tanto menor el traslado a precios de un aumento de los salarios, en ese sector, que deberá ajustar por cantidades, despidiendo factores productivos.

Huelga decir que no tiene ningún sentido pensar que el aumento de los precios pueda ser mayor que el de los salarios, por la misma razón expuesta anteriormente. Porque implicaría que las empresas perdieran plata. Eso no quiere decir que si hay un aumento de otros costos (no salariales) o de la demanda (producto de una devaluación por ejemplo), el aumento de precios no pueda superar al de los salarios, pero ese aumento de precios no es por culpa del aumento de salarios.

Como nota a pie de página, la participación de los salarios en el PBI es cercana al 45% y resulta mucho mayor en los sectores intensivos en mano de obra, como la industria textil o los servicios. No se sostiene el argumento de participación del costo laboral del 20%.