Señora presidenta, le escribo estas líneas a partir de la exteriorización de su propuesta económica en una entrevista que le hicieron recientemente en C5N.

Creo que compartimos muchos valores y que ambos queremos una sociedad plena de oportunidades y derechos, donde cada persona pueda elegir libremente su futuro, sin que la lotería del nacimiento limite sus posibilidades de desarrollo. Honestamente pienso, sin embargo, que el camino que usted conjetura que conduce a ese destino, profundizará nuestro subdesarrollo y cristalizará una sociedad desigual que multiplica las villas y fragmenta cultural y educativamente a la población, dejando a un tercio de la población infradotada para enfrentar los retos de la sociedad del conocimiento y la información.

La escuché decir que Macri “está provocando hambre, cierre de fábricas y endeudamiento fenomenal, además de una inflación galopante»

Me acordé entonces de su visita a Harvard, cuando un estudiante le consultó sobre la inflación y usted le retrucó con una obviedad; “si la inflación fuera de 25%, el país estallaría por los aires”. Confieso que en esa oportunidad le creí. Imaginé entonces que usted realmente confiaba en los números del INDEC y que por lo tanto estaba francamente convencida que el índice de precios subía menos de 10% por año y que por lo tanto los salarios reales crecían al 15% anual. En esa misma línea de razonamiento la posibilidad de una pobreza del orden del 5% se tornaba verosímil.

Por supuesto prácticamente nadie, ni siquiera los economistas de su propio partido, se toma en serio aquellos números. La verdad es que, usando el índice de precios de las direcciones provinciales de estadísticas no intervenidas por el INDEC, la inflación acumulada en sus doce años de gobierno fue del 514%, promediando una tasa de 25,4% anual. En particular, en sus últimos 12 meses de mandato los precios subieron 27,7%. Entonces no veo cómo puede catalogar de “galopante” a una inflación que este año, según el consenso de los analistas (ver acá) rondará el 21,2%, bien por debajo de la que tuvo usted en 7 de los 8 años que gobernó.

Tampoco es cierto que en materia de pobreza este gobierno sea, hasta ahora, distinto del suyo. Según el último informe del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata (CEDLAS), de hecho, el crecimiento de la pobreza producto de la devaluación del 2016 fue incluso menor que el que se produjo en la devaluación del 2014 y de acuerdo al último dato disponible, la pobreza es incluso menor ahora (30,2%) que en 2015 (30,5%).

Un capítulo aparte merece el tema del endeudamiento. Usted ha logrado confundir a mucha gente tirando cifras estrambóticas al aire. Lo cierto es que la deuda creció 35.000 millones durante 2016 (ver acá  y aca ) y casi 10.000 fueron producto de la regularización del 7% que no habían entrado en los canjes del 2005 y 2010 (los famosos Buitres). Puesto que el crecimiento de la deuda es consecuencia de la porción del déficit fiscal que no es financiado con emisión monetaria, nunca puede ser superior al agujero financiero del Sector Público Nacional.

Es muy importante entender esto, porque la deuda es la contracara del déficit. Déjeme decirlo más claramente; sin déficit fiscal, no hay endeudamiento. Señora Presidenta, usted asumió su gobierno con las cuentas públicas equilibradas y según este informe del IARAF , se fue con un rojo de 5,3% del PBI, que escala a 8,3% si no se cuenta el dinero que le transfirió la ANSES y el Banco Central, en concepto de rentas de la propiedad.

Por lo tanto, señora, la deuda continuará creciendo en la medida que persista el déficit y aquí comparto la preocupación con el gradualismo del actual gobierno. Yo hubiera sido mucho más duro con el recorte de los subsidios económicos. Realmente al gobierno le está costando mucho explicarle a la sociedad que hay que pagar lo que se consume y que los subsidios solo deben mantenerse en la medida necesaria para ayudar a los que no pueden. Que el Estado nos pague una parte de la factura de la luz y el gas a usted o a mí, cuando ambos podemos pagarlo, es una verguenza habiendo 30% de la población bajo la línea de la pobreza.

En síntesis, el déficit fiscal heredado de su gestión, solo puede financiarse con emisión monetaria (que genera inflación y castiga a los más pobres) o con deuda. En economía no se puede hacer magia. Entonces si a usted le preocupa el endeudamiento, debe explicar como propone financiar el déficit o qué medida de ajuste sugiere para cerrar el rojo de las cuentas públicas.

Encima oí que proponía bajar tarifas y que quiere un Estado más grande. Esas medidas multiplicarán el déficit, produciendo más emisión monetaria o más endeudamiento, salvo que opte por subir los impuestos. Le adelanto que, si quiere reponer las retenciones mineras, solo conseguirá financiar el 1% del déficit actual (unos 5.000 millones de pesos) y deberá pelearse con los gobernadores de su partido, que fueron los que le pidieron al presidente que elimine ese impuesto. Por otro lado, si sube las retenciones al campo volverá a quedarse sin dólares, como ya le ocurrió en 2011, cuando se vio obligada a poner el cepo.

Pero además, llamemos a las cosas por su nombre señora; sin atraso previo en las tarifas no podría haber tarifazo. Si ustedes hubieran asumido la responsabilidad de actualizar las tarifas en sintonía con la inflación, no se habría producido el desabastecimiento energético que fue uno de los grandes responsables de la escasez de divisas. Es una irresponsabilidad plantear que volverán a congelar tarifas, o peor aún, a retrotraer aumentos. Evidencia en el mejor de los casos una espectacular demagogia y en el peor escenario una gestión negligente.

Nobleza obliga; estoy de acuerdo con usted en que es injusto (y agrego que resulta profundamente ineficiente) que la factura de agua dependa de los metros de frente o del barrio en que está la vivienda y no de la cantidad de litros consumidos. Me llama la atención, no obstante, que tenga tan claro ese principio de justicia y no lo haga extensivo a la luz y el gas.

Economía de mercado vs economía dirigida.

Mi preocupación más grande Señora Presidenta, fue cuando la escuche plantear que proponía «elaborar una legislación sobre la construcción de valor en toda la cadena alimentaria” y en particular cuando dijo que «a veces, tienen que pasar cosas como lo que estamos viviendo para poder intervenir más fuerte en el mercado».

Me vino a la memoria entonces el decreto 8331 del entonces Presidente Hugo Chavez (ver acá) en cuyos considerandos plantea que “Los abusos flagrantes del poder monopólico en muchos sectores de la economía han originado que la base de acumulación de capital se materialice en los elevados márgenes de ganancia que implica el alza constante de precios sin ninguna razón más que la explotación directa e indirecta del pueblo”, en sintonía con la ley 26.691 conocida como Ley de Abastecimiento,  que modifica a la Ley originaria sancionada en junio de 1974 cuando la financiación monetaria del escandaloso déficit fiscal tornaba estériles los intentos heterodoxos por bajar la inflación y el gobierno pensó que podía fijar los precios y simultáneamente gobernar las voluntades de los productores y los consumidores.

Me preocupa porque su idea breva de las aguas turbias del desconocimiento sobre los procesos de formación de precios en una economía de mercado, al tiempo que demuestra una notable distancia con la realidad de los productores que participan todos los días del proceso de formación de precios.

Recuerdo cuando en la década del 90 empezaron a ser negocios los parripollos. Luego vendría el turno de las canchas de paddle, y finalmente seríamos testigos del brote de locutorios que trasmutaron luego en cybers. La gente no es idiota y hay muchas personas buscando todos los días la más mínima oportunidad de negocios, para poder aprovecharla y ganar dinero. Si usted cree que los precios son altos en nuestro país porque en algún eslabón de la cadena se acumulan ganancias extraordinarias, ¿no le parece raro que en ese segmento del negocio no haya una avalancha de personas buscando ganar más dinero?

Cuando sospecha de un productor usurero ¿no se da cuenta que si fuera tan espectacular el negocio de ese campesino, veríamos crecer las quintas como vimos las canchas de paddle?. Cuando apunta a un intermediario del transporte, ¿no imagina que si tuviera ganancias extraordinarias habría cientos de personas comprando camiones para beneficiarse de ese mismo negocio? Finalmente, a la hora de especular con que los culpables son los supermercados, ¿no sospecha de la quietud del negocio? ¿no le parece raro que no estén proliferando hipermercados en todos los barrios?

Señora Cristina, los precios son altos en Argentina porque los impuestos son escandalosos, porque el sistema financiero es subdesarrollado y porque los salarios que se pagan en nuestro país son mucho más altos que los que cobra un camionero, un repositor o un cajero en cualquier país limítrofe. Si después de todo eso, persisten beneficios extraordinarios en alguna actividad, es porque no hay suficiente competencia y porque existen trabas al ingreso o salida de productos y productores.

La realidad es que ninguno de nuestros países limítrofes tiene las regulaciones e intervenciones que propone y sin embargo todos tienen precios razonables. Paradójicamente, en el único lugar en el que funcionan experimentos como el que usted tiene en mente, hay escasez de lo más elemental y los venezolanos pelean por un rollo de papel higiénico o, peor aún, por un paquete de frijoles, mientras naufragan en las olas de la hiperinflación.

Por supuesto, esto no quiere decir que las empresas no necesiten un marco regulatorio moderno, con controles gubernamentales y con la garantía de que se penalicen los abusos de posición dominante y se aplique la ley de defensa del consumidor, como ocurre en Europa o en los Estados Unidos, pero por favor entienda que los precios son resultados de las condiciones de oferta y demanda, conjuntamente con la estructura de los mercados. Nunca los precios pueden reflejar un acto de voluntarismo de un funcionario o un ministerio que pretenda dirigir la economía, porque los productores y consumidores reaccionarán en consecuencia.