Esta semana tronó, una vez más, el escarmiento contra los supermercados y la representante de la bronca fue nada menos que Elisa Carrió. La candidata y líder de la Coalición Cívica arengó “No compren en supermercados, salvo que haya descuentos, porque están poniendo precios que son terriblemente superiores a lo que realmente valen”.

Que los precios están caros en los súper es algo que cualquiera puede comprobar yendo, incluso virtualmente, a cualquier cadena de otro país, como por ejemplo España, donde los alimentos son más baratos. A título ilustrativo, una Coca Cola de 2 litros sale en el Carrefour de Madrid 1,43 Euros (unos 29 pesos argentinos), mientras que en Argentina se consigue en oferta la de 1,5 litros a 35 pesos, pero en muchos casos hay que pagarla hasta $42.

También es cierto que hay una enorme distorsión entre el precio que reciben los productores de los alimentos básicos a la salida de la tranquera y los que pagan los consumidores en góndola.

Según el último informe de CAME, los valores se multiplican en promedio casi por cinco veces entre el productor y la caja del súper. Incluso en algunos casos como ocurre con las peras y las naranjas, lo hacen casi por diez. Una cosa similar ocurre con los productos industriales, que se remarcan en las principales cadenas un 125% en promedio, según un informe de la consultora Abeceb.

Pero, aunque pueda parecer increíble, de acuerdo a ese estudio, la rentabilidad de los grandes almacenes es de tan solo un 2,7% y la ganancia real proviene más del volumen, que del margen.

 

¿QUIEN SE QUEDA CON LA DIFERENCIA?

Como surge del cálculo de Abeceb, de cada 100 pesos que pagamos en el súper, solo 40 corresponden al costo de compra de la mercadería por parte del comercio mientras que el Estado en la forma de impuestos, los trabajadores con su salario, y la logística, se llevan el restante 57%%, dejando menos de 3% de rentabilidad promedio.

 

PRESION TRIBUTARIA

Argentina tiene, junto con Brasil, la presión tributaria más alta de Latinoamérica, al tiempo que paga salarios muy buenos en comparación regional. Así, mientras que la norma en la región es que las remuneraciones laborales representen el 10% del precio final, en nuestro país ascienden al 22%, lo cual resulta perfectamente entendible cuando se tiene en cuenta que lo habitual en México, Chile, Colombia y otros países de América Latina, es que los cajeros y repositores ganen el salario mínimo, que de por sí es más bajo en esos países, mientras que aquí ganan entre 20.000 y 25.000 pesos de bolsillo, casi triplicando el valor establecido como piso por el Consejo del Salario.

¿Como hacen para vender con descuentos de 25 o de 50%?

La denuncia de Lilita hace pie en un ruido compartido por todos los que vamos al supermercado. ¿Cómo puede ser que algunos días se venda con precios un 20% más bajos o con promociones que ofrecen hasta un 80% de descuento en la segunda unidad, que en la práctica se traducen en que paguemos un 40% más barato por unidad?

La respuesta es que, como explicamos antes, el costo de adquisición de las mercaderías es en realidad mucho más barato que lo que figura en góndola.

El súper cobra más porque necesita pagar los sueldos, el alquiler, la luz, los impuestos, etcétera. Sin embargo, todas esas cosas tiene que pagarlas igual, venda o no venda nada los días miércoles, por ejemplo. Entonces si una tienda tiene poca actividad un día de la semana, está yendo a pérdida en esa jornada y en su ecuación de costo beneficio, no considera el costo promedio, sino lo que realmente le sale vender una mayonesa más, una lata de atún adicional, o un kilo de fruta nuevo y ese costo es solo el de reposición de la mercadería, que es mucho más bajo.

 

RENTABILIDAD

La prueba final de que la rentabilidad de estos centros de compras no es tan alta como todo el mundo piensa es que no se observan hordas de empresarios abriendo cadenas nuevas o más sucursales. Si un negocio tuviera una tasa de ganancia del 20 o 30% sobre la facturación, habría fuertes inversiones de otros actores para aprovechar esos tremendos beneficios y asistiríamos a la expansión de las actuales cadenas para multiplicarlos.

Siempre enseño a mis alumnos en la Universidad que el mejor indicio sobre lo que realmente permite ganar dinero es ver si esa actividad se está reproduciendo o no.

Recuerdo a uno de mis estudiantes que en una clase me preguntó por qué ganaban tanto las estaciones de servicio y se sorprendió cuando le dije que de hecho no eran un buen negocio y que la prueba de ello es que estaban cerrando estaciones en vez de abrir más de ellas.

En los últimos años muchas viejas estaciones se convirtieron en torres de departamentos, demostrándonos que el negocio en la década pasada fue la construcción y no el despacho de naftas.

Esto no quiere decir, por supuesto, que los supermercados no sean caros. Todo lo contrario, y de hecho los mayoristas están robándoles mercado porque encontraron una estructura de funcionamiento tal vez menos marketinera y no tan agradable como paseo familiar, pero mucho más eficiente y barata.

La lección es que no existe una estafa por parte de los súper y que, si los políticos quieren bajar los precios, tienen que estar dispuestos a bajar impuestos, para lo cual tendrán que blanquear también que habrá menos recursos para financiar el gasto público.

fuente: EL DIA.com